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		"CAPOTE" 
		de Bennett Miller 
		
		  
		
		
		En noviembre de 
		1959, Truman Capote (Philip Seymour Hoffman) autor de Desayuno en 
		Tiffany’s y figura favorita de lo que pronto se conocería como el Jet 
		Set, lee un artículo en el New York Times. Éste habla del asesinato de 
		cuatro miembros de una muy conocida familia de granjeros, los Clutter, 
		en Holcomb, Kansas. Casi todos los días aparecen historias similares en 
		los diarios, pero hay algo en ésta que atrae la atención de Capote. 
		Presenta una oportunidad, piensa él, para probar su teoría de que en 
		manos del escritor adecuado, la no ficción puede ser tan irresistible 
		como la ficción. ¿Qué impacto han tenido los asesinatos en ese pequeño 
		pueblo de llanuras y ventorrales? Con esto como su tema, para su 
		propósito y sin importarle si se llegan a esclarecer los asesinatos, 
		convence a la revista The New Yorker para que le den una asignación y se 
		marcha rumbo a Kansas. Acompañándolo va su amiga de la infancia en 
		Alabama, Harper Lee (Catherine Keener), quien en unos meses recibirá el 
		Premio Pulitzer y logrará fama mundial como autora del libro Matar a un 
		ruiseñor. 
		 
		Aunque su voz un tanto infantil, sus poses amaneradas y su ropa nada 
		convencional despiertan hostilidad inicial en una parte del país que 
		piensa de sí misma como el Viejo Oeste, Capote rápidamente se gana la 
		confianza de los habitantes, más notablemente la de Alvin Dewey (Chris 
		Cooper), el agente del Buró de Investigaciones de Kansas que está 
		conduciendo la búsqueda de los asesinos. Atrapados en Las Vegas, los 
		asesinos: Perry Smith (Clifton Collins Jr.) y Dick Hickock (Mark 
		Pellegrino), son devueltos a Kansas, donde se llevará a cabo su juicio, 
		serán condenados y sentenciados a muerte. Capote los visita en la 
		prisión y conforme empieza a conocerlos, se da cuenta de que lo que 
		creyó que sería un artículo para la revista ha crecido al tamaño de un 
		libro, un libro que podría clasificarse como entre los más grandes de la 
		literatura moderna. Su tema es ahora más profundo de lo que ningún 
		escritor norteamericano haya soñado. Es nada menos que la colisión de 
		dos países; el país seguro y protegido que conocieron los Clutter, y el 
		país sin raíces ni moral habitado por sus asesinos. Oculto detrás de la 
		frecuentemente frívola fachada de Capote hay un escritor con grandes 
		ambiciones. Pero incluso él duda si puede escribir el libro, el gran 
		libro, que cree que el destino le ha puesto en las manos. “En ocasiones, 
		cuando pienso en lo bueno que podría ser”, le escribe a un amigo, “casi 
		no puedo siquiera respirar”. 
		 
		 
		 
		 
		HISTORIA DE UN BIÓGRAFO 
		de Gerald Clarke 
		 
		“Truman, me pidieron que escriba tu biografía. ¿Cooperarás conmigo?” 
		 
		Al otro lado del teléfono hubo una breve pausa y una respuesta todavía 
		más breve: “Seguro”. Y así comencé. 
		 
		Pensé que sería relativamente fácil escribir este libro. Después de 
		todo, había escrito muchos perfiles de gente famosa y talentosa para la 
		revista Time, una lista que eventualmente incluía a todos desde Mae West 
		hasta Susan Sontag, de Elizabeth Taylor a Joseph Campbell. También había 
		hecho una serie sobre escritores para The Atlantic y Esquire. Gore 
		Vidal. Allen Ginsberg, el poeta Beat, Vladmir Nabokov, el creador de 
		Lolita. P. G. Wodehouse, el genio cómico detrás de Jeeves. Y, por 
		último, Truman Capote, quien era entonces el escritor más celebrado de 
		los Estados Unidos, autor de A sangre fría, el fenómeno publicitario de 
		los años 1960, un libro que influenció desde entonces la escritura de no 
		ficción. Fue ese último artículo el que detonó la llamada de un 
		publicista, al igual que mi llamada al propio Truman. 
		 
		Pensé que mi libro se llevaría dos años, tres cuando mucho, y que 
		escribirlo sería divertido, entrevistas en elegantes restaurantes y 
		galones de buen vino en la mejor mesa de la casa. Cuando Truman Capote 
		atravesó la puerta, los capitanes de meseros hicieron todo por complacer 
		sus deseos. “Podríamos decir que Truman Capote se ha vuelto 
		omnipotente”, dijo un diario y durante una década o más, casi lo fue.
		 
		 
		Tuve razón sobre las entrevistas en elegantes restaurantes y los galones 
		de Beaujolais, pero me equivoqué en todo lo demás. Si él hubiera sabido 
		el tiempo que le llevaría A sangre fría y lo que requeriría de él, no se 
		hubiera detenido en Kansas, dijo Truman más tarde. Habría seguido 
		conduciendo su auto “como un murciélago saliendo del infierno”. Yo a 
		veces también digo lo mismo. Lo que no anticipé fue el drama que rodeaba 
		cada minuto de la vida de Truman, dramas en los cuales yo muchas veces 
		participé. Como resultado, mi libro se llevó más de trece años. 
		¡¿Divertido?! Escribirlo fue lo más difícil que he hecho en mi vida, 
		pero también fue lo más estimulante. 
		 
		En busca de información recorrí los Estados Unidos y viajé varias veces 
		a Europa. Uno de mis destinos fue, por supuesto, Kansas, el escenario de 
		A sangre fría. Conocí a todos menos dos de los personajes principales de 
		Capote, la película. Harper Lee, quien ayudó a Truman con su 
		investigación y estaba a punto de tener su propio libro enormemente 
		exitoso, Matar a un ruiseñor. Alvin Dewey, el detective jefe del Buró de 
		Investigaciones de Kansas y su esposa, Marie. William Shawn, el editor 
		de The New Yorker. Y Jack Dunphy, compañero de mucho tiempo de Truman.
		 
		 
		Los dos que no entrevisté eran los asesinos, Perry Smith y Dick Hickock. 
		Fueron ejecutados en 1965, pero llegué a conocerlos íntimamente, creo, a 
		través de las más de cuarenta cartas que le escribieron a Truman. La 
		mayoría de sus cartas tienen varias páginas y son crueles ventanas a la 
		vida de quien está a punto de morir. Truman me las dio y Dan Futterman, 
		que escribió el guión para Capote, es al único que he dejado verlas. Su 
		diálogo en la película refleja, casi palabra por palabra, lo que Perry y 
		Dick realmente dijeron. 
		 
		El libreto de la película es todo de Dan, y por cierto muy bueno, pero 
		me dio gusto contestar sus preguntas, grandes y pequeñas. ¿Truman habría 
		dicho esto? ¿Habría hecho aquello? Bennett Miller, el director de la 
		cinta, y Philip Seymour Hoffman, que representa el papel de Truman, 
		vinieron a mi casa en Long Island a hacer más preguntas. “¿Truman traía 
		los anteojos puestos todo el tiempo?” fue una de las preguntas que hizo 
		Philip. (La respuesta: como todas las personas con mala vista, Truman a 
		veces se quitaba los anteojos cuando estaba sentado.) Para que pudiera 
		reproducir la voz rara e infantil de Truman (Truman no ceceaba, como lo 
		han establecido equivocadamente algunos escritores ), le di las cintas 
		de audio de algunas de mis entrevistas con él. Philip hizo el resto y 
		por medio de la alquimia que muy pocos actores talentosos poseen, ha 
		hecho más que personificar a Truman. Lo resucitó durante todo el tiempo 
		que dura la película.  
		 
		La última semana de junio de 1984 (muere en agosto), almorcé con Truman 
		todos los días en Long Island y ahí tuvimos largas conversaciones en mi 
		casa o la suya.  
		 
		“Ahí tienes al único Truman Capote”, dijo en cierto momento. “No ha 
		habido nadie como yo antes y nunca habrá alguien como yo cuando me haya 
		ido”. Es cierto, ¿quién podía rebatirlo? Sin embargo, durante un par de 
		horas, Philip se acera demasiado. 
		 
  
		
		 
		 
		Acerca de “A sangre fría” 
		 
		Con A sangre fría, Capote intentó crear algo completamente nuevo, lo que 
		él llamaba “Novela de no ficción”. Su objetivo era usar las metas de la 
		ficción, la selección artística y la mente del novelista para contar con 
		detalles la escritura de la no ficción. Quería probar que su narrativa 
		de hechos podría absorber tanto la atención como la novela de suspenso 
		más imaginativa. Su éxito es evidente desde la primera página, donde con 
		sólo unas cuantas palabras, transporta al lector a las llanuras del este 
		de Kansas. “La tierra es plana y la vista es asombrosamente extensa: 
		caballos, manadas de ganado, un manojo de elevadores de grano que se 
		levantan tan graciosamente como templos Griegos y se pueden percibir 
		mucho antes de que el viajero se acerque a ellos”. Para la tercera 
		página, cuando cuatro disparos rompen el silencio de la pradera, el 
		lector ya está totalmente enganchado. “El escritor más perfecto de mi 
		generación”, llamó Norman Mailer a Capote y A sangre fría comprobó que 
		Mailer no había exagerado.  
		 
		También es difícil exagerar la influencia que tuvo A sangre fría en 
		otros escritores. Hasta su publicación en 1966 escritores “reales” (con 
		otras palabras, escritores con talento) sintieron que debían seguir los 
		pasos de Fitzgerald, Hemingway y Faulkner, y escribir ficción. La no 
		ficción era para historiadores, reporteros y sensacionalistas. Capote 
		abrió un nuevo camino. En las décadas siguientes, muchos de los 
		escritores de los Estados Unidos encontraron sus temas, cómo lo había 
		hecho él, en el resuelto mundo de sucesos reales. La influencia de 
		Capote se extiende incluso hasta el siglo XXI, y escritores que nunca 
		han leído A sangre fría escriben como lo hacen gracias a la manera en 
		que él escribió. 
		 
		La película CAPOTE le invita a imaginar una época en que los escritores 
		lograban la clase de fama y notoriedad que actualmente se asocia con 
		personalidades de la cultura popular. La gente leía más en esos días de 
		lo que leen ahora y los libros eran muy importantes. Lo que es más, 
		Truman fue un auto promotor innato que pavimentó el camino para el culto 
		de celebridades que es omnipresente hoy en día. Su fama rebasó todas las 
		categorías, desde la cultura alta a la baja, desde la seriedad literaria 
		a la frivolidad de la alta sociedad. Su nombre era una constante en 
		diarios, revistas y programas de televisión. Cuando caminaba por 
		Manhattan, choferes de camiones lo saludaban afectuosamente y decían: 
		“Hey, Truman, ¿cómo estás?, y las operadoras de larga distancia 
		reconocían su voz en el instante en que levantaba el teléfono. 
		 
		En 1967, justo un año después de que se publicó su libro, el director 
		Richard Brooks hizo la versión en película. Evitando el refinamiento de 
		Hollywood, Brooks filmó en blanco y negro, y contrató sólo desconocidos 
		para el reparto (Robert Blake y Scott Wilson) para representar a Perry 
		Smith y Dick Hickock. No obstante, contrató atinadamente al conocido 
		actor de televisión John Forsythe (quien más tarde estuvo en Los ángeles 
		de Charlie y Dinastía) como Alvin Dewey. La filmación se llevó a cabo en 
		la casa de los Clutter y otras locaciones reales. Brooks filmó a siete 
		de los integrantes del jurado original, el verdugo real, y el caballo de 
		Nancy Clutter, Babe. Truman llegó durante la filmación, atrayendo 
		impresionantemente la atención y la cobertura de la prensa, hasta que 
		Brooks, viéndolo como una distracción, le pidió que se marchara. Truman 
		se sometió, pero no sin antes posar con Blake y Wilson para la portada 
		de la revista Life. 
		 
		La película se estrenó más tarde ese año y fue un gran éxito comercial y 
		para la crítica. Fue nominada para cuatro Academy Awards: Mejor Director 
		y Mejor Adaptación de Libreto (Brooks), Mejor Cinematografía (Conrad L. 
		Hall) y Mejor Música (Quincy Jones). 
		 
		A sangre fría se filmó de nuevo como película para televisión de 
		Hallmark en 1996, dirigida por Jonathan Kaplan (“Los acusados”) y 
		protagonizada por Sam Neill como Dewey, y Eric Roberts y Anthony Edwards 
		como Smith y Hickock. Esta vez la filmación se realizó en Canadá. 
		 
		A sangre fría dio a Capote una fama enorme, dinero y respeto. Pero 
		también marcó otro punto clave en su vida. “En la vida de algunas 
		personas”, escribió Gerald Clarke, “hay momentos en que, vistos más 
		adelante, se pueden percibir como líneas que definen el principio de un 
		surgimiento o una declinación dramática… La causa más cercana de su 
		trágica caída, por ser lo que es, sin duda fue A sangre fría”.  
		 
		 
		Sobre Truman Capote 
		 
		Novelista, escritor de historias cortas, guionista, dramaturgo, creador 
		de la “novela de no ficción”, fascinante anecdotista, sutil, 
		superestrella, genio y miembro del jet set, todo con gran deleite, 
		Truman Capote una de las personalidades más asombrosas de su época.  
		 
		Nació en Nueva Orleáns con el nombre de Truman Streckfus Persons el 30 
		de septiembre de 1924. Su padre fue Arch Persons, un estafador barato, y 
		su madre fue Lillie Mae Faulk Persons, una hermosa joven de Monroeville, 
		Alabama. Cuando la decepción de Lillie Mae por Arch creció, desarrolló 
		gusto por otros hombres y el matrimonio se deshizo. En 1930, poco antes 
		de su sexto cumpleaños, sus padres enviaron a Truman a Monroeville, para 
		vivir con sus primos mayores, los Faulk: tres hermanas solteronas, 
		Jennie, Callie y Sook, y el hermano también soltero de éstas, Bud. Entre 
		los primos Faulk, Truman creó el vínculo más profundo con Sook, quien se 
		convirtió en una especie de sustituto de su madre. También encontró 
		amistad con la chica de al lado, Harper Lee, un año menor que él. Ella 
		más tarde retrataría al joven Truman como el personaje Dill en su novela 
		Matar a un ruiseñor: “Llegó a ser conocido como un Merlín de bolsillo, 
		cuya cabeza estaba rebosante de ideas excéntricas, extraños anhelos y 
		pintorescas suposiciones”. 
		 
		Su madre se mudó a la ciudad de Nueva York en 1931. Cambiando su primer 
		nombre por Nina, se divorció de Arch, se casó con Joseph Capote, un 
		cubano que trabajaba en una textilera en Wall Street, y se trajo a 
		Truman a Manhattan. Ahí asistió a la Escuela Trinity, un colegio privado 
		en la parte Oeste y en 1935 fue adoptado formalmente por su padrastro. 
		Truman Persons era ahora Truman Capote. En 1939 los Capote se mudaron a 
		Greenwich, Connecticut, un elegante suburbio de Nueva York, y Truman 
		asistió a la Secundaria Greenwich. Los Capote regresaron a Nueva York en 
		1942, a vivir en un apartamento en Park Avenue. Truman, que no había 
		podido graduarse con su grupo en la Secundaria Greenwich, finalmente en 
		1943 consiguió su diploma de la Escuela Franklin, un colegio también 
		privado en la parte Oeste. Éste sería el final de su educación 
		académica. 
		 
		Mientras asistía a Franklin, tomó un empleo en el departamento de arte, 
		encargado de sacar fotocopias en The New Yorker. Una “maravillosa 
		aparición, agitada, revoloteando de arriba a abajo por los corredores de 
		la revista”, fue como lo describió Brendan Gill, uno de los directivos 
		de la revista. En una época cuando la homosexualidad era repudiada en 
		los Estados Unidos, Truman era imperturbable y esplendorosamente maricón 
		(homosexual). 
		 
		Truman había escrito historias desde temprana edad y esperaba que The 
		New Yorker se las publicara. Pero todos sus esfuerzos fueron rechazados. 
		Encontró mayor aceptación en dos revistas para mujeres: Mademoiselle y 
		Harper’s Bazaar, las cuales en esos días publicaban los mejores 
		artículos de ficción del país. Su primera historia en Mademoiselle fue 
		“Miriam”, la cual no sólo le hizo ganar un Premio O. Henry, sino que 
		atrajo la atención de los círculos literarios de Gotham. Pronto 
		siguieron otras historias y en 1945 Random House le dio un contrato por 
		su primera novela, que tituló Otras voces, otros ámbitos. Al no poder 
		escribir en casa (su madre abusaba del alcohol), Truman recibió una beca 
		para Yaddo, un retiro para artistas, escritores y compositores en la 
		parte sur de Nueva York.  
		 
		Ahí empezó su duradera relación con Newton Arvin, profesor de literatura 
		de la Universidad Smith en Massachusetts. Veinticuatro años mayor que 
		Truman, Arvin era escritor agradable, erudito impresionante y crítico de 
		impecable juicio. Su biografía escrita por Herman Melville obtuvo el 
		primer Premio Nacional del Libro a la no ficción. Tanto amante como 
		figura paterna, Arvin, dijo Truman después, fue también su Yale y su 
		Harvard. 
		 
		Aunque sólo logro ventas modestas, Otras voces, otros ámbitos, que fue 
		publicada en 1948, cementó la reputación de Truman como uno de los 
		escritores más prometedores de la generación posterior a la Segunda 
		Guerra Mundial. Nunca explícita, es de hecho la historia del despertar 
		de un chico adolescente a su homosexualidad. No fue sino hasta mucho más 
		adelante que Capote reconoció que era su autobiografía espiritual, pero 
		no basada en hechos. Gerald Clarke escribió que el excéntrico primo del 
		personaje principal “se convirtió en el vocero de los temas que dominan 
		toda la escritura de Truman: la soledad que lo empaña todo pero es 
		estúpida e insensible; la santidad del amor, en cualquiera de sus 
		formas; la decepción que invariablemente sigue a las altas expectativas; 
		y la perversión de la inocencia”. 
		 
		En el otoño de 1948, después de un verano en Europa, Truman conoce a 
		Jack Dunphy, un escritor que se convirtió en su compañero de toda la 
		vida. En 1950 se establecieron en Taormina, Sicilia, en una casa que 
		alguna vez había habitado D.H. Lawrence, y Truman empezó a trabajar en 
		su segunda novela, El arpa de hierba.  
		 
		Si Otras voces, otros ámbitos era la visión de Capote del lado oscuro de 
		su infancia, El arpa de hierba (1951) fue, en palabras de Clarke: “un 
		intento por levantar los espíritus agridulces del recuerdo y la 
		nostalgia”. En esta historia de un niño solitario que encuentra refugio 
		en la casa de un árbol con otros cuatro espíritus desplazados, Truman 
		evoca la memoria de su infancia en Alabama y a su querida prima mayor, 
		Sook Faulk. El siguiente año Truman adaptó El arpa de hierba para 
		Broadway, pero, habiendo estado en escena sólo un mes, no fue un éxito 
		comercial. (En 1977 se filmó la versión para cine, protagonizada por 
		Walter Matthau y Sissy Spacek.) 
		 
		Después de escribir un poco para el guión de Indiscretion of an American 
		Wife de Vittorio de Sica (1952), Truman colaboró con el director John 
		Huston en la rara comedia de misterio Beat the Devil (1953). Filmada en 
		Ravello, Italia, y estelarizada por Jennifer Jones, Humphrey Bogart y 
		Gina Lollobrigida, es tan peculiar y ligera de ver, como fue hacerla. 
		(Sin embargo, Capote consideró que su mejor guión para cine fue Los 
		inocentes, una adaptación de The Turn of the Screw de Henry James que se 
		estrenó en 1961 protagonizada por Deborah Kerr.) Después de Beat the 
		Devil, Jack y Truman fueron a Portofino, Italia, donde Truman adaptó su 
		historia corta, “House of Flowers”, en un musical de Broadway. Aunque la 
		partitura es una de las mejores de Harold Arlen, la obra tuvo sólo un 
		éxito modesto. 
		 
		Truman regresó a Europa, pero en enero de 1954 se vio obligado a volver 
		a Nueva York cuando su madre tomó una botella entera de pastillas para 
		dormir. Murió antes de que él llegara. 
		 
		El interés de Capote en las posibilidades del periodismo lo llevó a 
		escribir Se oyen las musas, la historia de la visita de Porgy and Bess a 
		la Unión Soviética, y “The Duke in His Domain”, un perfil largo y 
		revelador de Marlon Brando. Después de leerlo, el actor profesó su deseo 
		de matarlo. 
		 
		El siguiente libro de Truman, Desayuno en Tiffany’s (1958), creó a Holly 
		Golightly, una heroína luminiscente e inolvidable, una aparición de 
		espíritu libre en el Manhattan del tiempo de la guerra. La única 
		ansiedad de Holly es lo que ella llama los “rojos malvados”. Su 
		solución: “Lo que he encontrado que hace el mayor bien es subirse a un 
		taxi e ir a Tiffany’s”, dice. “Me calma en el instante, la tranquilidad 
		y el orgullo de mirar todo eso: nada malo puede suceder ahí…” La 
		película se convirtió en un clásico dirigida por Blake Edwards, 
		protagonizada por Audrey Hepburn, la canción “Moon River” de Henry 
		Mancini y una historia de amor vinculada. Truman, aunque era admirador 
		de Hepburn, pensó que no había sido bien elegida y la película le 
		decepcionó; sentía que Marilyn Monroe habría sido una mejor elección. 
		Ninguno de los grupos de admiradores de la cinta estuvieron de acuerdo 
		con él. 
		 
		En noviembre de 1959, Capote lee sobre los asesinatos de la familia 
		Clutter en el New York Times. Así empieza A sangre fría (1966) un 
		proyecto que le llevaría seis años de su vida. Ésos son los años que el 
		escritor Dan Futterman y el director Bennett Miller exploran en la 
		película, Capote.  
		 
		 
		 
		Después de los largos e intensos años que le tomó escribir A sangre 
		fría, Capote se dio una fiesta y el 28 de noviembre de 1966 lanzó una de 
		las fiestas más espectaculares y ruidosas de Nueva York: el Baile Blanco 
		y Negro en el Hotel Plaza. Dado en honor de la publicista del Washington 
		Post, Katherine Graham, quien entonces era la mujer más poderosa del 
		país, la celebración de gala comenzó a las diez de la noche y continuó 
		hasta el desayuno la mañana siguiente. Se invitó a quinientas personas 
		de los estratos más estelares, con el código de vestir más preciso: los 
		hombres con corbata y máscara negra; las mujeres con vestido negro o 
		blanco, máscara blanca y abanico. El evento estuvo en la primera plana 
		de todos los noticieros del país. “Algo extraordinario está en camino”, 
		dijo después Truman, “pero hasta donde a mí me concierne fue sólo una 
		fiesta privada y no le importa a nadie”. 
		 
		Durante la escritura de A sangre fría, Capote empezó a beber sin medida 
		y a tomar medicamentos. Parecía perder el enfoque y dirigir sus energías 
		hacia la vida de alto nivel más que al arte de alto nivel. Anunció el 
		título de su siguiente novela, Plegarias atendidas, y dijo que ésta 
		tendría un alcance igual al de Proust. Pero cuando se publicó el primer 
		capítulo en Esquire en 1975, hizo surgir un contragolpe de ira de 
		algunos de sus acaudalados amigos, quienes estaban furiosos de verse a 
		sí mismos como personajes mediocremente disfrazados. Se sintieron 
		traicionados y muchos, incluyendo la esposa de Bill Paley, el presidente 
		de CBS, Babe Paley, la mujer que él más amaba, se negó a perdonarlo o 
		siquiera a verlo. Lo apodaron “el pequeño terror”, era un desecho de la 
		sociedad y la manera en que este público lo evitaba ayudó a su espiral 
		descendente entre drogas y alcohol.  
		 
		Incluso su relación con Jack Dunphy también se deterioró y Truman buscó 
		el afecto de varios hombres no extraordinarios. Todas estas relaciones 
		terminaron mal. A pesar de todo esto y el alcohol, las drogas y la 
		depresión, pudo seguir escribiendo y lo hacía en verdad muy bien. Su 
		último libro, una colección titulada Music for Chameleons (1980), 
		contiene prosa que cualquier escritor envidiaría.  
		 
		Truman Capote murió en Los Ángeles el 25 de agosto de 1984, casi un mes 
		antes de su cumpleaños número sesenta.  
		 
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		CAPOTE 
		 
		Conversación entre el 
		director Bennett Miller y el guionista Dan Futterman 
		 
		Bennett: Me da gusto que pidieras hacer esto, son reminiscencias y hay 
		cosas que de algún modo nunca se hablan, como por ejemplo, en primer 
		lugar cómo llegaste a escribir la película CAPOTE. ¿Hubo un momento de 
		epifanía?  
		 
		Dan: Fue un poco lento, ya tenía un tiempo interesado en este tema: la 
		cuestión de qué le debe un escritor a una persona. Una persona cuya vida 
		está exponiendo y de cuya historia depende. ¿Leíste El reportero y el 
		asesino de Janet Malcom? 
		 
		Bennett: No. 
		 
		Dan: Es bastante similar; Joe McGinniss escribía sobre Jeffrey MacDonald, 
		un asesino convicto y MacDonald pensó que eran grandes amigos y que el 
		libro serviría para exonerarlo. Durante todo el tiempo, McGinniss estuvo 
		escribiendo un ataque malicioso y prejuzgado. MacDonald lo demandó y 
		ganó.  
		 
		Al leer A sangre fría por segunda vez cuando atenía alrededor de 30 
		años, pensé que ésta es claramente una situación similar y quizá la 
		primera situación semejante, cuando menos que yo supiera, y que Capote, 
		quien era el personaje más interesante del libro por mucho, no estaba 
		ahí. 
		 
		Luego leí “Capote” de Gary Clarke y de ahí y durante cuatro buenos años 
		me entretuve escribiendo el guión antes de presentar un bosquejo. 
		 
		Bennett: ¿Te llevó tanto tiempo? 
		 
		Dan: Cuando menos 3. Anya Epstein, la esposa de Dan Futterman al fin me 
		dijo que sólo tenía que escribir un bosquejo. Dijo que escribir escenas 
		al azar era absurdo y que nunca llegaría a ninguna parte. Creo que en 
		ese momento se convirtió en un reto para mí escribirlo. Tratar de 
		encontrar un argumento en la relación de cinco años entre Truman Capote 
		y Perry Smith. Anya me mostró el camino correcto para llegar ahí. 
		 
		Bennett: ¿Pero qué fue lo que te interesó en el tema? 
		 
		Dan: Sé que lo que me intrigaba mucho, y todavía me intriga es el hecho 
		de que una persona pueda tener dos motivos totalmente opuestos para 
		hacer algo o para tratar a una persona de una forma en particular, como 
		Truman lo hizo con Perry. Claramente necesitaba que Perry le ayudara a 
		lograr su ambición de escribir algo asombroso e innovador. Y en cierta 
		manera muy complicada, Truman Capote amaba a Perry. Eso es un desastre 
		esperando suceder y un tema intrigante para una película. 
		 
		Bennett: Entonces, ¿para ti ése fue el núcleo de la historia?  
		 
		Dan: Sí. Al principio, el hecho de que fuera sobre Truman Capote fue 
		casi incidental para mí. Por supuesto luego se convirtió en un enorme 
		bono, porque Capote es muy interesante de muchas maneras. 
		 
		Bennett: Estoy de acuerdo contigo.  
		 
		Dan: ¿Qué fue lo que capturó tu interés?, porque al principio no estabas 
		muy seguro de querer involucrarte. 
		 
		Bennett: Mis dudas sobre involucrarme tenían que ver con las 
		dificultades de hacer que realmente funcione la película. Dudaba por la 
		cantidad de argumento. Es una historia maravillosa y hermosamente 
		escrita, pero pensé en las demandas de narrativa que amenazaban la 
		película, que amenazaban los aspectos más profundos de la cinta. Lo que 
		hace fascinante su historia para la pantalla es que CAPOTE trata de un 
		hombre cuya experiencia no se expresa en la cinta. Él está solo. A pesar 
		del hecho de que es una figura tan social y tan pública, su experiencia 
		básica, que es de lo que realmente habla la película, es privada. En la 
		superficie hay una historia elaborada de un escritor haciendo todo tipo 
		de cosas para completar su obra maestra, pero nadie… y hasta cierto 
		grado ni siquiera él, realmente entiende el curso en el que está y por 
		lo que está pasando.  
		 
		Por supuesto que mientras más lo pensaba, más atractiva se volvía la 
		noción completa. Lo que Truman no decía se volvió tan interesante como 
		lo que sí decía. El guión estaba muy cargado. Fue escrito con grandes 
		restricciones y esa restricción creó la oportunidad para que la película 
		se enfocara en lo no expresado. Lo que surgió fue un estilo de prosa 
		austera para hacer películas.  
		 
		Dan: ¿De qué manera?  
		 
		Bennett: El objetivo del estilo es sensibilizar. El diseño, la 
		grabación, los cortes y la partitura están hechos para enfocarse en y 
		magnificar hasta los aspectos más sutiles de lo oculto de la historia, 
		para hacer un escrutinio de las representaciones. La responsabilidad 
		estaba realmente en Phil quien tenía que mostrarnos la caída interna de 
		Truman, para comunicar de algún modo las complejidades y las capas que 
		el guión se restringe sabiamente de abordar. El estilo de la cinta puso 
		a Phil bajo la lente de un microscopio, pero él tenía que lograrlo. No 
		tenía red de seguridad.  
		 
		Dan: Sí, sí. Debo decir una cosa sobre la restricción, puede ser más 
		inadvertida que deliberada. Personalmente, tengo a veces momentos 
		difíciles en mi vida, diciendo lo que realmente quiero decir, siendo 
		completamente explícito, porque sencillamente supongo que la gente hace 
		lo mismo. La otra cosa que dijiste sobre que Capote está solo gran parte 
		de la película es muy interesante, pero en realidad nunca lo pensé así. 
		Porque ese hecho le permite comportarse de manera absolutamente básica. 
		No hay restricciones en su conducta.  
		 
		Las pocas veces que Jack o Nelle (especialmente Nelle) le señalan la 
		manera en que se está comportando con Perry, son las pocas veces en las 
		que Capote tiene la oportunidad de cambiar, de tratar a Perry con más 
		compasión. Y luego, al final, Capote dice a Nelle, después de que Perry 
		fue ejecutado, que él no hubiera podido hacer nada para salvarlos. Nelle 
		le contesta: “Tal vez no, pero el hecho es que no quisiste hacerlo”. 
		Para mí, de eso es lo que trata la película: pureza de intención.  
		 
		Bennett: Creo que Truman tenía talentos impresionantes e intenciones 
		admirables, pero estaba destinado a auto destruirse como resultado de un 
		defecto trágico.  
		 
		Dan: ¿Qué es lo que ves como un defecto trágico? 
		 
		Bennett: Avaricia. Pero no una clase normal de avaricia. Lo que él 
		perseguía no era tan depravado como el deseo de dinero y poder, e 
		incluso fama. Fue un artista, pero creo que estaba más desesperado por 
		elogios, por reconocimiento significativo. Igual que Perry. Lo anhelaba 
		con tanta fuerza que se olvidó de ver la trampa en la que se estaba 
		metiendo.  
		 
		Dan: Exacto. 
		 
		Bennett: Su deseo perturbaba su razón hasta el grado en que se olvidó 
		del peligro al que se acercaba. Él mismo dijo después que nunca se 
		recuperaría de la experiencia de escribir ese libro. Lo que me gusta 
		sobre la manera en que se desarrolla la historia es que él empieza a 
		entender lo que está sucediendo después de que Perry le informa que sus 
		oraciones van a ser escuchadas, que perdieron la última apelación. Pero 
		antes del golpe de gracia, todo empieza a hundirse. Truman ya casi no 
		puede enfrentarlo, pero lo hace, tiene que hacerlo, y le atormenta la 
		experiencia de verlos morir.  
		 
		Dan: Me gusta lo que dijiste del defecto trágico. Creo que es una de las 
		cosas más importantes, entre muchas otras, que aportaste al guión como 
		director. Vi la película mientras escribía el guión, comprimida en dos 
		mitades: la primera fue antes de que llega Perry, con Truman en la 
		sociedad, en la vida de las fiestas. La segunda mitad después de que 
		llega Perry, todo cambia para Truman. Puedes ver la jornada de Capote 
		como algo completamente determinado, destinado, desde el momento en que 
		se sube al tren rumbo a Kansas. 
		 
		Bennett: Es cierto. 
		 
		Dan: Te doy a ti el crédito, Bennet, por hacernos conscientes a todos de 
		la importancia de establecer la sensación de la tragedia desde el 
		principio de la película. Y continúas haciéndolo con la música, la 
		edición, con todo. 
		 
		Bennett: Creo que Truman probablemente veía la historia más como la 
		viste tú, algo que le sucedió y lo cambió para siempre. ¿Conoces la cita 
		de Heráclito? Algo que te afecta, “tu carácter es tu destino”. Yo creo 
		eso. Para mí, lo más impresionante del libro de Gary Clarke es esa 
		sensación de deceso inevitable. Por medio de todos sus esfuerzos y 
		éxitos, Truman estaba destinado, de una forma u otra, a conseguir lo que 
		deseaba y auto destruirse. La noción de Plegarias atendidas.  
		Dan: Exacto. Gary Clarke identifica éste como un suceso, el suceso de 
		Truman consiguiendo todo lo que siempre quiso como el principio de su 
		caída. Esto es también lo que me intrigó enormemente sobre la historia. 
		 
		Bennett: No mucho después de que salió A sangre fría, Truman intentó 
		describir a un periodista su “relación intensa” con Perry como “tenía 
		que ver con su ‘total soledad’ y mis sentimientos de pena por él, e 
		incluso una especie de afecto”. Creo que fue sincero. Él y Perry eran, 
		en lo más básico, profundamente similares a pesar de sus realidades 
		externas. Truman entendía esa ‘total soledad’. Lo que Truman no menciona 
		al periodista es que él quería a Perry muerto. Que estaba enfermo con el 
		deseo de que lo colgaran. No porque sintiera algo por él, sino para 
		poder terminar su libro. Ése es el otro aspecto de Plegarias atendidas 
		que Truman conocía.  
  
		
		 
		 
		Personas retratadas en la película 
		 
		 
		NELLE HARPER LEE 
		Descendiente del General de la Guerra Civil, Robert E. Lee, Nelle Harper 
		Lee ganó el Premio Pulitzer por su novela de 1960, “Matar a un 
		ruiseñor”, su primera y única novela. El ovacionado
		 libro 
		caracterizaba un retrato de su amigo de la infancia en Alabama, Truman 
		Capote en el personaje de Dill. “Matar a un ruiseñor” se convirtió en 
		una exitosa película en 1962, estelarizada por Gregory Peck. Fue 
		nominada para ocho Academy Awards y ganó tres, incluyendo Mejora Actor 
		para Gregory Peck. Lee estudió en Alabama y en Oxford, luego se mudó a 
		la ciudad de Nueva York donde trabajó como empleada en una línea aérea 
		antes de dedicarse a escribir, a finales de la década de 1950. En 1959, 
		Lee se mudó a Holcomb, Kansas para trabajar como asistente de 
		investigaciones con Capote en “A sangre fría”. Poco después de la 
		publicación del libro, Lee y Capote tuvieron un rompimiento y se sabe 
		que ella no volvió a verlo en los últimos quince años de su vida. Desde 
		“Matar a un ruiseñor”, Lee regresó a su ciudad natal Monroeville y sólo 
		ha publicado algunos ensayos cortos, aunque hay rumores no confirmados 
		de que está escribiendo sus memorias. 
		 
		ALVIN DEWEY JR.  
		Nacido en 1912, Alvin Dewey Jr. fue el agente del Buró de 
		Investigaciones de Kansas que dirigió la investigación de los 
		asesinatos, y amigo personal de la familia Clutter. Aunque muchos otros 
		oficiales encargados de la aplicación de la ley de diversas agencias 
		tomaron parte del equipo que resolvió el caso, Capote hizo a Dewey un 
		héroe en su libro “A sangre fría”. Mientras Dewey dijo que él “resultó 
		más grande y mejor que la vida misma”, el crimen se llevó a cabo en su 
		ciudad y él fue quien coordinó la investigación. Dewey proporcionó 
		acceso a Capote a una gran cantidad de información, incluyendo partes 
		del diario de Nancy Clutter. La familia Dewey siguió en contacto con 
		Truman por muchos años y estuvo presente en su funeral. Dewey también 
		trabajó para la policía de caminos de Kansas, el FBI y fue alguacil del 
		Condado Finney antes de unirse al Buró de Investigaciones de Kansas en 
		1955. La presión del caso de los Clutter le ocasionó un ataque cardíaco 
		en febrero de 1963. Dewey se retiró en 1975 y murió en 1987. 
		 
		PERRY SMITH  
		Nacido el 27 de octubre de 1928 en Huntington, Elko County, Nevada, el 
		padre irlandés y la madre cherokee de Perry Edward Smith trabajaban en 
		rodeos como “Tex y Flo”. Cuando se acabó la actuación en los rodeos, 
		también su matrimonio terminó, ya que Flo empezó a beber y a perseguir a 
		otros hombres. Tomó a sus cuatro hijos y se mudó a San Francisco. 
		Después de su muerte, los niños fueron enviados a un orfanato. Cuando 
		cumplió dieciséis años, Smith se unió a los Marinos Mercantes y después 
		al Ejército, sirviendo en Japón y Corea. Después se dedicó a explorar y 
		cazar con su padre en Alaska. Sensible sobre su educación (la cual llegó 
		únicamente a tercer grado), Smith se obsesionó por mejorar, aprendiendo 
		a dibujar, tocar la guitarra y ampliar su vocabulario. Un serio 
		accidente en motocicleta en 1952 lo dejó lisiado y poco después de eso 
		recibió su primera sentencia a prisión por robo en Philipsburg, Kansas. 
		Después de su liberación, se juntó con Dick Hickock, un compañero 
		“graduado” de la Penitenciaría del Estado de Kansas. Con excepción de su 
		hermana Bárbara, todos los miembros de su familiar murieron 
		tempranamente, incluyendo a su madre Flo (alcoholismo), su hermano James 
		(suicidio) y su hermana Joy (cayó, o saltó, de una ventana).  
		 
		 
		RICHARD “DICK” HICKOCK  
		Nacido el 6 de junio de 1931, Richard Eugene Hickock creció cerca de la 
		Ciudad de Kansas con sus padres y un hermano menor, Walter. Fue un 
		estudiante popular y atleta antes de que las heridas en la cabeza 
		resultantes de un serio accidente automovilístico en 1950 lo dejaron 
		desfigurado, con los ojos ligeramente en diferentes niveles. Como 
		escribió Capote, su cabeza parecía como “cuando partes una manzana a la 
		mitad y vuelves a juntar las mitades, pero no haces coincidir el centro 
		exactamente”. Aunque quería ir a la universidad, la familia no tenía 
		dinero para sus estudios y se convirtió en mecánico. Se casó y se 
		divorció dos veces, tuvo varios hijos y pronto empezó a vivir más allá 
		de sus medios. Se dedicó a hacer cheques falsos y otros varios crímenes 
		para ayudarse a subsistir, y eventualmente aterrizó en prisión, donde 
		conoció a Perry Smith. 
		 
		JACK DUNPHY 
		Nacido en un vecindario de la clase trabajadora en Filadelfia,
		 Jack 
		Dunphy empezó su carrera como bailarín y fue uno de los vaqueros en la 
		producción original de Broadway de la obra “¡Oklahoma!” Cuando conoció a 
		Capote en 1948 había escrito una novela bien recibida, “John Fury”, y 
		estaba sobreponiéndose de un doloroso divorcio de la estrella de comedia 
		musical Joan McCracken. Diez años mayor que Capote, Dunphy era el 
		opuesto de éste en muchos aspectos, tan solitario como Truman era 
		exuberantemente social. Aunque se separaban más y más al pasar de los 
		años, la pareja estuvo junta hasta el final. Sus demás libros incluyen: 
		“Friends and Vague Loves”, “Nightmovers”, “An Honest Woman”, “First Wine”, 
		“The Murderous McLaughlins” y las obras “Light a Penny Candle”, “Café 
		Moon” y “Too Close for Comfort”. Aunque su trabajo recibía 
		consistentemente buenos comentarios de la crítica, nunca tuvo una obra 
		sobresaliente. En 1987 publicó “Querido genio: recuerdos de mi vida con 
		Truman Capote”.  
		 
		 
		 
		WILLIAM SHAWN 
		Nacido en 1907, William Shawn (nacido William Chon) se convirtió en el 
		editor más celebrado de revistas del siglo XX durante sus 35 años 
		(1952-1987) como editor de The New Yorker. Conocido por su buen gusto, 
		su rigurosa atención a los detalles, su estilo y su verdad, fue también 
		famoso por su personalidad tranquila y auto eclipsada. Durante su 
		ejercicio en la revista, Shawn editó los trabajos de Truman Capote, J.D. 
		Salinger, Philip Roth, S.J. Perelman, Ved Mehta, Harold Brodkey, E.B. 
		White, Hannah Arendt, Edmund Wilson, Milan Kundera, Donald Barthelme, 
		Janet Flanner, Peter Handke, Jamaica Kincaid, por nombrar sólo algunos. 
		Shawn y Cecille, su esposa por 63 años, tuvieron dos hijos, el actor 
		Wallace Shawn y el compositor Allen Shawn. También adoptó al hijo de su 
		amante, la escritora Lillian Ross. Shawn murió en 1992.  
		 
		MARIE DEWEY  
		Nativa de New Orleáns, Marie Dewey se sintió fascinada cuando se enteró 
		que Capote había nacido ahí. Su deseo por tener invitados con quienes 
		compartir sus suculentos platillos, la convirtieron en la entrada de 
		Truman y Nelle al hogar de los Dewey. “Truman piensa que somos personas 
		genuinas y sinceras”, Marie Dewey dijo al diario Kansas City Times. “Le 
		caemos bien por lo que somos. Con los años se volvió nuestro amigo y 
		éramos bastante cercanos”. Capote dijo que sentía que los dos hijos de 
		los Dewey eran como sus sobrinos y alentó a Alvin para que escribiera 
		por medio del correo. 
		 
		
		
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