"ADICTOS AL SEXO"
de John Waters
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El rey guarro por
excelencia, John Waters, volvió más chancho y grosero que nunca. Los
fans, desde ya, estamos agradecidos. Estrenada con una sola copia en el
Hoyts Abasto, "A Dirty Shame" (tal su título original) pega donde más
duele si de conservadurismo y buenas costumbres se trata. Realizada a la
manera de un film de 'zombies estilo Romero', intentar explicar su
desquiciado argumento es tan ilógico como irracional. Pero, justamente,
estas cuestiones temáticas son las que tuvo presente Waters al hundir su
dedo en la llaga del puritanismo yanqui. "Adictos al sexo" cuenta la
historia de una típica pareja de clase media que se deja llevar por la
rutina y la falta de deseo en su relación. Tras la llegada de un
enigmático mecánico apodado "Ray Ray", las cosas derivarán en un sinfín
de situaciones lascivas difíciles de controlar. Esta ciudad de
Baltimore, en permanente estado orgiástico, se equipara a la Pittsburgh
de "La noche de los muertos vivos" por el desenfreno y el descontrol de
sus habitantes devenidos aquí en tiernos psicópatas sexuales.
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Contracultural
y genialmente ofensiva, la película participa de una estética retro y
viene munida de sabrosos intertítulos que recuerdan los films que
hicieron de Waters una autoridad en la materia (caso "Pink Flamingos"; "Female
Trouble" o "Polyester"). Tracey Ullman descolla en su interpretación de
un ama de casa calentona e insaciable que no sabe como resolver su rara
libido; Selma Blair (la novia de "Hellboy") está irresistible como la
descarriada Caprice y Johnny Knoxville (el de "Jackass") crea un
personaje hecho a su medida. Como el desafortunado esposo, aparece el
exitoso cantante Chris Isaak sin olvidar la inclusión de las otroras
figuras del universo del director, como Mink Stole y Patricia Hearst,
que refuerzan con su desbordada presencia un producto 'indie' como hay
pocos. Esperemos que Waters jamás se enmiende de sus bravuconadas.