¿BAILAMOS?
de Peter Chelsom
SINOPSIS El abogado de Chicago John Clark (RICHARD GERE) sabe que su vida es casi perfecta. Ama a su bella esposa (SUSAN SARANDON), ha construido una exitosa carrera y criado a dos niños maravillosos. Y sin embargo… sus días de trabajo son rutinarios, el traslado hacia y desde el trabajo es una amansadora y la familia suele estar demasiado ocupada para compartir tiempo. A veces John se pregunta si esto es todo lo que hay, hasta que una noche, al volver a casa, baja del tren y realiza algo impensable. Sin decírselo a nadie, se atreve en secreto a concretar un sueño que desde hace tiempo acuna: se anota para tomar clases de danza. De pronto, John es lanzado a un mundo completamente nuevo, de movimiento, música, camaradería y pasión. Y entonces, este hombre serio se vuelve ligero sobre sus pies y su vida y matrimonio se transforman por completo. BAILAMOS, la optimista y cómica historia de la renovación de un hombre, está inspirada en el arrollador éxito homónimo japonés. En esta nueva versión, protagonizada por Richard Gere, Jennifer Lopez, Susan Sarandon y Stanley Tucci, la historia del callado adicto al trabajo que experimenta un salvaje arrobamiento ante la danza se traslada a la búsqueda americana de la felicidad. Todo comienza cuando John Clark, a bordo de un tren vespertino, ve a través de la ventanilla que una joven profesora de danzas (JENNIFER LOPEZ) devuelve su mirada desde el alicaído Estudio de Miss Mitzi. Obsesionado por esa mirada, John la busca noche tras noche. Finalmente, se baja del tren y se anota en una serie de clases de danza para principiantes. En la primera clase, John pasa más tiempo en el piso que en los deslizamientos: se siente avergonzado porque parece muy poco probable que pueda alcanzar algo de gracia. Pero pronto, el baile comienza a ser para él una obsesión, un escape, su única vía de goce. Este reino exótico lo atrae cada vez más e incluso descubre a un compañero de trabajo (STANLEY TUCCI) que también mantiene en secreto su hábito de bailar, fingiendo que es un deportista. John no se atreve a contarle a su esposa Beverly acerca de su nuevo amor, por miedo a que ella piense que él está insatisfecho con su matrimonio. Mientras se prepara en forma clandestina para la más grande competencia de baile de Chicago, su conducta secreta lleva a su esposa a contratar a un detective, dado que sospecha que John está viviendo una aventura amorosa. Pero John no tarda en descubrir que perseguir sus sueños más privados no es suficiente: lo mejor es poder compartirlos. “BAILAMOS no solo se trata de un hombre inquieto que entra en el mundo de la danza”, afirma el director Peter Chelsom, “sino de un grupo de gente que finalmente tiene la oportunidad de explorar lo que siempre deseó ser. Esta historia acerca de la búsqueda de la felicidad pudo haber ocurrido en cualquier ámbito, pero lo divertido de la danza es que a través de ella , a veces se pueden expresar muchas más cosas que con palabras”. En 1996, la original BAILAMOS (“Dansu Wo Shimasho Ka”), escrita y dirigida por Masayuki Suo, se ganó los corazones del público japonés con su historia de un asalariado trabajador quien, sintiendo la sensación de que algo se había perdido en su vida y en su matrimonio, aprende a escondidas la danza de salón. Pronto, de ser una persona retraída y melancólica, se transforma en alguien tocado por una sensación de magia y de posibilidad. Con personajes cómicos y energizantes secuencias de bailes, el film pulsó una cuerda universal en todos aquellos que alguna vez desearon algo un poco más... El film obtuvo la sorprendente cantidad de 13 premios de la Academia Japonesa y fue visto en todo el mundo; se convirtió en el film extranjero favorito en los Estados Unidos y en Europa. Entre aquellos que se conmovieron por el film original estaba Audrey Wells, quien sintió que la deliciosa historia merecía un público aun mayor. Desde siempre, a Wells le ha fascinado cómo las personas son capaces de encontrar una pasión – ya sea romántica o creativa – en medio de la ocupada y dispersa vida moderna. Ella ha explorado el tema en varios filmes que escribió y dirigió (entre ellos, “Under the Tuscan Sun” y el premiado “Guinevere”), pero sentía que esta historia era diferente porque no se trataba de hallar un amor convencional, sino más bien de redescubrir el goce de concretar un sueño muy escondido y de revivir la chispa y la pasión en un matrimonio de edad mediana. Wells entonces comenzó a adaptar BAILAMOS a un film hablado en inglés, pero inmediatamente se dio cuenta de que había muchas más cosas que cambiar, además del lenguaje. La cultura que rodeaba la historia debía ser completamente nueva; al trasladar la locación de la historia a los Estados Unidos – con una sociedad mucho más abierta y diversa pero sin embargo igualmente a la deriva – Wells también realizó un cambio en su humor y la convirtió a un estilo más americano: les agregó a los alumnos de la academia de baile un matiz cómico y el color de Chicago y, por sobre todo, volvió a imaginar la lucha del personaje principal. John Clark no está atrapado por la rígida sociedad japonesa del filme original, sino por su propia y limitada definición de quién puede ser, más allá de padre y abogado. Wells lo creó a Clark como el típico profesional urbano estadounidense, “el tipo que puede hacer cualquier cosa extremadamente bien, pero que no recuerda lo que es soñar hasta que entra en ese estudio”. Ese redescubrimiento de cómo soñar se esparce al resto de los personajes de BAILAMOS, desde la desilusionada campeona de baile interpretada por Jennifer Lopez, quien recupera su deseo de volver a competir, hasta el exótico personaje de Stanley Tucci, disfrazado de bailarín de salón, quien finalmente aprende cómo ser él mismo. Lo que sin embargo no varió fue el acento del guión en la emoción pura de volar a lo ancho del salón de baile, al estilo de la danza de salón, en brazos de un compañero que conoce cada uno de nuestros movimientos. Aunque la historia posee otro tono, Wells mantiene la danza en el centro de ella, permitiendo que los gestos y movimientos de John Clark y de sus nuevos amigos narren parte de la historia, para revelar los inefables sentimientos que yacen más allá del lenguaje. La combinación de flotantes secuencias de baile, animada comedia y conmovedora línea argumental sobre la vida contemporánea impulsaron al productor Simon Fields y al director Peter Chelsom a realizar el filme ni bien el guión de Wells llegó a sus oficinas. Sintieron que esta nueva versión de BAILAMOS no solo prometía diversión sino que tocaba temas que no suelen verse en el cine. “Esta es una historia con la que la gente puede identificarse”, explica Fields. “No se trata de un hombre desesperado que en forma poco realista da un vuelco total a su vida, sino de un hombre que, al igual que muchos de nosotros, se desempeña bien. Tiene un buen trabajo, una familia amorosa y un matrimonio logrado. Pero entonces, un día ve esta cara sorprendente a través de la ventanilla y comienza a preguntarse si podría llegar más alto. Yo nunca había leído algo así, que lidiara con esta cuestión de qué más es posible en una vida así de buena, y eso me entusiasmó. También me encantó cómo la historia yuxtapone la elegancia y gracia de la danza de salón y las rutinas normales de la vida suburbana de Chicago”. Agrega Chelsom: “Lo que me encantó del abordaje de Audrey Wells de BAILAMOS es que este grupo de gente va a lo de Miss Mitzi esperando aprender a bailar, pero salen de allí con mucho más. Todos los personajes están como vencidos, cada uno de ellos con sus secretos, esperando que les ocurra algo especial, y todo porque un día un hombre se bajó del tren porque quería bailar, quizás una vez, con la mujer que había visto por la ventanilla. Desde ese momento, muchas vidas comienzan a cambiar y creo que ese es un comienzo muy intrigante”. Fields y Chelsom conocían el filme japonés original, pero les impresionó cómo Wells había reubicado la historia al otro lado del Pacífico y había logrado reflejar en ella una exuberancia más americana y una perspectiva de búsqueda de satisfacción, más allá del trabajo y de la vida familiar. Chelsom observa: “Gran parte del conflicto en el film original deviene del tabú japonés de la intimidad que se hace pública en la danza. Obviamente, esto no iba a funcionar en un entorno americano. El tabú que es central en el guión de Audrey es la idea de que si uno está viviendo el sueño americano, no tiene el derecho de tomarte la mano y decirte: ‘Hey, no soy feliz’. Lo que adoré de esta historia y que tanto me atrajo es la inquietud que sentimos, pero de la que no solemos hablar. En lugar de sentir que tiene mucho, John Clark siente que algo le falta. Y lo siente aun cuando él y su esposa siempre están en movimiento. Hay algo en ellos que se ha detenido y él es impulsado por el deseo de encontrar alguna clase de pasión. Para mí, esta es la bella sutileza del filme”. A Chelsom también le resultó convincente la posibilidad de captar, como director, la magia kinestésica del baile de salón. Chelsom es nativo de Blackpool, England, la reconocida Meca de la danza de salón y sede anual del Campeonato Mundial. Aunque nunca bailó en forma profesional, nadie sale de Blackpool sin una apreciación imperecedera del goce contagioso del vals, la rumba y el foxtrot. Así lo explica el director: “Casi todos los habitantes de Blackpool han sido enviados a aprender danzas a los nueve años”. También Fields, un compatriota, sucumbió a los encantos de la danza de salón cuando era niño: “En Inglaterra, la danza de salón forma parte de nuestra cultura y realmente es considerada un deporte. Cuando Peter Chelsom y yo éramos niños, todos los sábados veíamos por televisión dos horas de danza de salón, de modo que hacernos cargo de un filme que se tratara de la atracción de la danza nos pareció casi natural”. Con un crecimiento en popularidad en los Estados Unidos, la danza de salón es singularmente transportadora: nos presenta a un hombre y una mujer que se deslizan por el piso y responden sólo a la música y a su compañero. Cada danza individual posee su propia personalidad creativa, sus propias emociones y atracción al espíritu, desde el crudo erotismo de la rumba hasta el íntimo encanto del vals. Con su inherente fluidez y romance, la danza de salón es también una forma de arte altamente cinematográfica, descubierta por Chelsom al revelar su ternura, su regocijo y algo del suspenso de las competencias de danza en la pantalla. “Siempre sentí que el salón de baile es al mismo tiempo seductor y un poco ridículo y eso contribuye a hacer una gran comedia, como también a crear momentos de gracia extraordinaria. Se requiere de coraje, en especial si eres John Clarke. En verdad, no se trata del baile, sino del atrevimiento. Había estado esperando durante años hacer un filme sobre la danza”. Para interpretar a John Clark – el callado y trabajador abogado que baja del tren una noche y comienza a vivir el deseo de bailar que le cambiará la vida – los realizadores sabían que necesitarían a alguien especial. Querían a un actor seguro y carismático ante quien, desde el principio, el público asumiera que debía ser feliz (un cambio significativo respecto del discreto hombre de negocios del filme japonés) y que a la vez fuera la última persona del mundo en buscar lecciones de baile en un desvencijado estudio en una zona desfavorable de la ciudad. “Sabíamos que no queríamos al tipo ‘Willy Lohman’ o al hombre clase media promedio”, explica Field. “En lugar de ello, queríamos a alguien que pareciera realizado, un hombre que claramente mostrara ser exitoso. Así, cuando re-enciende su entusiasmo y revitaliza su matrimonio, tanto él como el público se sorprenden”. Este fue el criterio que llevó a los realizadores hasta Richard Gere, quien recientemente obtuvo el premio Golden Globe por su papel del presuntuoso abogado en “Chicago”. “Necesitábamos una interpretación muy, muy sutil de alguien que también pudiera aprender cómo convertirse en un gran bailarín frente al público”, señala Peter Chelsom. “Lo interesante de John, el personaje de Richard, es que es un tipo que nunca fue el centro de la atención. Siempre fue quien congeniaba con todos: el padre, el jefe, el tipo que hace un chiste en el ascensor. Pero ahora cuenta con todo este espacio para él - al principio es muy consciente de ello – y luego comienza a abrirse. Eso es lo que Richard capta maravillosamente”. El papel lo atraía a Gere quien, al igual que su personaje, se sintió atraído por la cautivadora imagen de una muchacha a través de la ventana – y por todos los qué pasaría... o qué habría ocurrido que esa imagen despierta. “Sentí que esta era esa clase de experiencia que todos hemos tenido alguna vez, al conducir el automóvil, en un avión o un tren, cuando de pronto vemos a una persona y tomamos conciencia de que hay otro mundo del cual podríamos formar parte”, dice Gere. “Lo interesante es que la mayoría de nosotros le damos la espalda, mientras que John decide explorar esta experiencia y esto redunda en algo muy beneficioso para él”. Continúa el actor: “No creo que al comienzo John pueda siquiera identificar algo que no funciona en su vida o en su matrimonio. Es más una insatisfacción distante que no puede identificar. Como actor, el desafío era imaginar cómo mostrarlo. La melancolía no es algo que uno pueda interpretar exactamente – no se puede pintar la melancolía en el rostro –, de modo que abordé este sentimiento de John como una especie de comezón, de agitación interna que al principio no logra entender, que lo lleva a hacer algo que parece alocado para su mundo, pero que se expande a toda su vida, la cual toma una nueva dirección”. A Gere también lo atrajo el tema de BAILAMOS, el cual describe como “aprender a ser la persona que uno sueña ser”. En especial, le agradó la idea de reunirse a un conjunto de actores que también descubren nuevos aspectos de sí mismos – tanto cómicos como serios – a través de su voluntad de expresarse mientras bailan. “Cada personaje del estudio tiene sus propias mañas y excentricidades: el estudio de Miss Mitzi se convierte en un maravilloso y pequeño mundo de marginados”, comenta Gere. “Pero existe una honesta camaradería y aceptación mutua. Creo que John llega a ver que todas las personas del estudio alguna vez soñaron algo para sus vidas, pero llegaron a un punto en el cual no creyeron más en ellos, o bien se les interpusieron los obstáculos de la vida. A lo largo del film, todos vuelven a enfrentarse cara a cara con sus sueños. En realidad, creo que todos podemos hacerlo”. Aunque Gere no está formado en el baile de manera profesional, desde su papel de bailarín de tap en “Chicago” tiene su propia historia de amor con la danza, cuya libertad ve como la clave de la transformación de John Clark. “Los desafíos emocionales y psicológicos de abrirnos al compañero de baile, de volvernos sensibles a cada uno de nuestros movimientos, de acceder a emociones más profundas para expresarnos nos cambian”, comenta. “Es por eso que todavía amamos a Fred Astaire, porque su gracia y su corazón abierto aún nos conmueven. Hay algo en la danza que tiene este poder”. Otro aspecto del filme que impresionó a Gere fue el tratamiento realista del matrimonio de John Clark, no tan problemático sino un poco gastado luego de tantos años: “No es la clásica relación que no funciona”, señala Gere. “En realidad, creo que los Clark son la típica familia americana en la que no hay nada realmente mal pero quizás uno siente que las cosas no están tan bien como podrían. Susan Sarandon está estupenda como Beverly, la esposa de John, porque es muy realista y espera ver dónde los llevará la crisis existencial de su esposo”. Los realizadores eligieron a Susan Sarandon para el papel de Beverly debido a su singular personificación de la inteligencia femenina. Señala Chelsom: "Susan transita la delgada línea entre revelar la profundidad de los temas del film y la interpretación de la comedia. Realmente se hizo cargo de la profunda pena de sentirse una esposa excluida de la vida de su esposo y, al mismo tiempo, captó esta divertida neurosis que asciende en escalada cuando se empieza a desconfiar del marido. La bondad de su carácter es la que realmente nos rompe el corazón, porque en realidad ella no hizo nada malo, pero no sabe qué hacer con la inquietud de su marido. Es la clase de esposa que realmente se preocupa por su familia y eso la lleva a averiguar si lo que su esposo quiere ahora es algo que ella no podrá brindarle”. Para interpretara a Paulina, la profesora de danzas que había perdido la inspiración hasta la llegada de John, Peter Chelsom esperaba encontrar a una atractiva actriz que también tuviera una formación significativa en la danza profesional, y esto lo llevó a pensar en Jennifer Lopez. Chelsom consideró que su pasión de toda la vida por la danza sería una invalorable ventaja para el filme. “Pensamos que sería vital contar con una actriz que entendiera con su cuerpo y su alma lo que es bailar y vivir esa clase de vida emocionante e impredecible”, afirma. “Jennifer encarna todo esto y es una bailarina tan magnífica que realmente podría ser campeona de danza de salón”. Aunque su personaje paralelo en el filme japonés era más frágil, los realizadores consideraron que Lopez podría transmitir la vulnerabilidad del papel, agregándole su fuerte personalidad y abierta sensualidad. “Jennifer siente las mismas ansias que el personaje japonés, pero el otorga al filme un toque americano más vibrante y encendido”. A Lopez la intrigaba el guión, no solo por la danza sino también por la imagen de la gente común que encuentra una extraordinaria inspiración en sus vidas: “Adoré los retratos de estas personas diferentes, juntas para concretar un largo sueño perdido. El estudio de danzas se convierte en un lugar donde pueden descubrir quiénes son, qué quieren y qué es lo que les falta a sus vidas. Y, lo más importante, la danza les brinda un lugar maravilloso adonde pueden ir, olvidarse de todo y volar”. Otra gran influencia en John Clark es la de Link Peterson (interpretado por Stanley Tucci), un oficinista de día en el estudio jurídico de John, con un excéntrico alter ego que surge por la noche, cuando practica sus adoradas danzas latinas. Tucci estaba ansioso por interpretar el vivaz papel cómico que señala un punto de partida respecto de lo que ha hecho antes: “Adoro a Link como personaje, porque para mí, nadie es sólo una persona, la que ven el público o su familia. Todos tenemos algo que siempre quisimos expresar. Poder interpretar a un personaje con dos aspectos diferentes que finalmente convergen en una sola persona es muy, muy emocionante. Y además, es un papel increíblemente divertido”. Richard Gere también se emocionó al ver cómo Tucci daba vida a Link: “Stanley aportó tanta inventiva, creatividad y coraje a su papel que resulta extraordinario. Me recuerda a los grandes personajes que Peter Sellers exploró en su apogeo. No es fácil ser al mismo tiempo torpe y controlado. Su comedia tiene un gran vigor, pero sé la increíble habilidad que se puso en juego para crear a Link”. Entre los restantes y cómicos compañeros de baile de John en el estudio de danzas se encuentra Chic, quien se anota para tomar cuatro lecciones con el firme propósito de relacionarse con mujeres. Bobby Cannavale, quien recientemente obtuvo elogios por su trabajo en “The Station Agent”, interpreta al personaje que él llama “una hormona que camina”. Explica el actor: “La teoría de Chic es que si logra convertirse en un gran bailarín , tendrá a todas las chicas a sus pies. Pero la belleza de la película está en que las personas que toman lecciones están allí por otra razón, que expresan a través de la danza. Así que al final, para Chic las cosas resultan más profundas que andar ligando chicas. En su interior hay una evolución y aprende a expresarse de una manera completamente diferente de lo que aparenta ser en al superficie”. Para el papel de Vern, quien declara estar aprendiendo a bailar para una novia misteriosa, Chelsom y Field eligieron a un nuevo actor, Omar Miller, quien debutó en “Eight Mile” y envió una cinta para la audición. Chelsom y Fields sintieron que era “fenomenal”: “Omar aportó una frescura y un entusiasmo que resultaron ser una completa ventaja para el conjunto”. A la comediante Lisa Ann Walter, el papel de la estridente Bobbie, quien a regañadientes se convierte en la compañera de baile de John para la competencia, esta experiencia la llevó a sus años de adolescente, cuando en la época de oro de la música disco enseñó en la escuela de danzas de Arthur Murria. Recuerda: “Enseñé Fox Trot, Rumba, Vals, Lindy, Quick Step, Swing y Double Time Swing… hasta que mi madre descubrió que querían que yo viajara a Sudamérica con estos chicos para competir y dijo: ‘¡No, hija!’”. Walter también manifestó un entendimiento innato por el viaje personal de Bobbie: “Bobbie es una mujer que se desilusionó tantas veces en su vida con los hombres que simplemente está enojada todo el tiempo. Pero a través de la danza aprende que para triunfar hay que confiar: confiar en que tu compañero no va a golpearte la cabeza contra una columna en medio del salón o que no va a dejarte caer o hacer que parezcas ridícula. Va a apoyarte y cuidar de ti. Bobby necesita aprenderlo y su personaje emprende un viaje realmente cool”. El productor Simon Fields dice de Walter: “Necesitábamos a una mujer que no tuviese control de la conexión entre su cerebro y su boca y que al mismo tiempo fuera capaz de ser vulnerable, una madre, y en el cenit de su interpretación en el baile. Era necesario estar detrás de ella y de Richard cuando salieran a bailar... Lisa brillaba como la persona adecuada”. El elenco se completa con el veterano actor Richard Jenkins, en el papel del detective privado contratado para seguir a John Clark; con la sensación adolescente Nick Cannon como el ingenioso asistente del detective; y con la distinguida actriz de teatro Anita Gillette como Miss Mitzi, la dueña del decadente estudio de danzas, quien también se transforma al entrenar a un grupo de torpes estudiantes para una competencia seria y que ayuda a John Clark a mostrar su pasión por la danza. Para Gillette, el entusiasmo final del film lo señala lo que ocurre cuando los personajes, no importa cuáles, tocan la pista de baile. Dice: “Creo que lo más grandioso de interpretar a Miss Mitzi es que una vez que alguien se cae al suelo, todos comienzan a divertirse, a abrirse y entonces... Cualquier cosa puede ocurrir”. Una vez fijado el elenco, comenzó la parte verdaderamente difícil. Ahora la tarea era tomar a un grupo de actores altamente considerados y convertirlos en bailarines excelsos capaces de expresar la comedia, la gracia y más que nada la sensación de posibilidades inherentes a la danza de salón. No era como un musical donde los integrantes del reparto deben aprender solo un estilo de coreografía. En lugar de ello, cada actor debió aprender en forma rápida diez estilos diferentes de danza de salón. Para cumplir esta dura misión, Peter Chelsom trajo al aclamado coreógrafo australiano John O'Connell para que pusiera su magia en funcionamiento. O’Connell es uno de los profesores de danza más reconocidos quien previamente realizó la coreografía de los exitosos filmes de Baz Luhrmann “Strictly Ballroom” y “Moulin Rouge”. Pero esta era una tarea diferente de las que había realizado. Meses antes de que se encendieran las cámaras, Chelsom y O’Connell comenzaron con el proceso de entrenamiento de los actores en una especie de “campamento de entrenamiento de baile de salón”. “Comenzamos con un trabajo de investigación básico: fuimos a competencias de danza de salón y entrevistamos a los ganadores reales”, recuerda Fields. “Enseguida nos impresionó el intenso nivel de devoción de estos bailarines y comenzamos a darnos cuenta de que sería un trabajo monumental enseñar a bailar a los actores lo suficientemente bien como para crear entusiasmo en la pantalla”. Pero los actores encararon el desafío con sorprendente ardor, trabajando largas horas durante meses. Richard Gere comenzó a ensayar con instructores en New York casi en cuanto fue elegido. Además de su probado talento para el paso suave demostrado en “Chicago”, Gere tenía poco entrenamiento previo en la danza, pero posee una natural inclinación atlética - obtuvo becas en gimnasia en la universidad y practica Tai Chi con avidez – y John O’Connell dice que su tremenda ética del trabajo hizo de él una alumno ejemplar. Jennifer Lopez recuerda haber escuchado tempranos rumores sobre los extenuantes ensayos de Gere: “Yo estaba trabajando en otro filme y me informaban que él estaba bailando en New York”, recuerda. “¡Me la pasaba escuchando que ensayaba ocho horas por día! Entonces pensaba: ‘Dios mío, voy a tener que ponerme al día cuando llegue allí’”. Durante la producción, era frecuente verlo a Gere continuar con sus prácticas después del rodaje, a veces hasta las 3 ó 4 de la madrugada. El actor sostiene que cando llega el momento de bailar en pantalla, “mi mayor motivación es el miedo”. Sin embargo, cuanto más aprendía acerca de las dificultades del verdadero estilo de competición del baile de salón, más se daba cuenta de lo duro que tendría que trabajar. “Creo que la mayoría de la gente no comprende el estado atlético que se necesita para esto”, explica Gere. “Está siendo considerado una disciplina olímpica y aunque parezca simple cuando es practicado por amateurs, es algo verdaderamente serio”. Para Gere, la danza más difícil de aprender fue el vals, lo que se supone es el punto fuerte de John Clark. “Es tan lento y tiene tanta gracia; hay que tener un control absoluto del cuerpo para bailarlo bien. Es como practicar el Tai Chi, al que hay que hacerlo parecer muy simple, pero al mismo tiempo uno utiliza todo lo que tiene. Solía estar agotado y sudado después de los números de vals, aun cuando uno parece está flotando”. Y después está el tango que baila con Jennifer Lopez, el momento en que John se da cuenta de que verdaderamente puede expresarse a través de la danza y que parte de su sueño ya se ha hecho realidad. Gere otorga el crédito de la escena a Lopez: “Bailar este tango tan intenso con un amateur como yo requirió de mucha generosidad, paciencia y gracia por parte de Jennifer, y ella me las brindó. Hizo de esta una muy buena experiencia y también aprendí que lo que hace funcionar una danza no son los pasos sino el hecho de que cuenta una historia. Eso es lo que la hace cobrar vida”. Antes, durante su experiencia en “Chicago”, Gere aprendió que el trabajo duro de un elenco puede desarrollar un vínculo más profundo en la pantalla, y esto es algo que vio repetirse durante la producción de BAILAMOS. Comenta el actor: “Me gusta el trabajo duro y también la sensación de hacerlo con otras personas. Uno se siente cómodo con la gente con la que está sudando y llegamos a conocernos de una manera más real. Esto se agrega a la sensación de esfuerzo comunitario, tan importante en esta historia sobre gente que logra algo en forma conjunta”. Todo el reparto sintió estos vínculos… y la presión. El coreógrafo John O'Connell señala: “La danza de salón es muy diferente de otro tipo de danza porque hay mucho énfasis en la precisión. Nosotros trajimos a muchos bailarines para que ayudaran a los actores en cada paso. Normalmente, sólo se trataba de modificar una pizca la forma en que alguien colocaba la cabeza o movía los brazos. También es un baile entre compañeros, diferente de bailar solo, porque hay alguien a quien hay que responder y trabajar conjuntamente; esta es la parte más delicada”. Incluso Lopez, quien ha bailado toda su vida, consideró que el proceso de aprendizaje de la estricta disciplina del baile de salón era altamente desafiante: “Es un animal completamente diferente”, comenta. “Puedes conocer otros tipos de danza, pero seguirás sintiéndote un bebé cuando comienzas a aprender baile de salón. Pero una de las cosas que me impactaron es que es muy divertido y espero que eso se capte en la película. Una vez que empiezas a moverte, sientes que estás volando”. La danza favorita de Lopez resultó ser el tango, que juega un rol crucial en la amistad de su personaje con el de Richard Gere: “El tango posee muchas agallas y pasión y además es muy divertido para bailar. Realmente puede ser muy intenso, y esto es lo que Paulina intenta enseñarle a John”. Para el resto del reparto, el proceso de aprendizaje fue muy esclarecedor, pero físicamente mucho más exigente que lo que imaginaron. O, como lo dice Stanley Tucci: “Sabía que iba a ser difícil, pero no así de duro”. El desafío particular de Tucci no solo consistió en ejecutar rutinas complicadas, sino también agregarle algo extra a la interpretación, para expresar el punzante humor de su personaje. O'Connell admite que Tucci era el alumno favorito: “Fui muy afortunado de tenerlo a Stanley porque cuando un actor trata de ser gracioso en el baile puede verse más bien trágico si no posee un sentido innato de la comicidad. Y Stanley lo tiene. Yo le hacía sugerencias como ‘Prueba con estos pasos’, pero él verdaderamente hizo propios todos los movimientos”. Bobby Cannavale comenzó sus lecciones de danza sin ninguna experiencia previa, pero descubrió que tenía dotes para bailar. Sin embargo, aunque sus pies seguían bien los pasos, su problema era coordinar su cuerpo con su mente. Dice: “Para mí, lo más difícil no fue bailar sino interpretar a mi personaje mientras bailaba. Durante los dos primeros meses me a pasé contando mentalmente y mi cara mostraba más perplejidad que cualquier expresión que tuviera algo que ver con Chic”. Sin embargo, una vez que superó esa etapa y aprendió a hacer propios los movimientos, Cannavale se dio cuenta de que la danza es una formidable herramienta para la actuación. “No puedes actuar solamente con el rostro cuando bailas. Lo excitante es que el cuerpo puede agregar mucho más que lo que el personaje intenta decir, en todo momento”. Dado que Omar Miller se integró último al reparto, tuvo que ponerse al día con el resto en el entrenamiento de baile, pero le complació descubrir que tuvo con la danza una afinidad instantánea. Recuerda: “Cuando firmé estaba como sorprendido; imaginaba que el baile se filmaría con trucos de cámara o algo así, pero… no. No hubo trucos. ¿Ves que mis pies destellan? Ese soy yo. Tuve días en los que llegué a pasar cuatro horas intentando realizar un solo movimiento, pero seguí intentándolo y un día comenzó a funcionar. Descubrí que la danza es adictiva”. Lisa Ann Walter pensó que tendría alguna ventaja debido a su experiencia en la Escuela de Danza de Arthur Murray, pero el esfuerzo físico de lograr las formas estrictas y la elegante pose de los profesionales demostró ser difícil, más allá del nivel de habilidad. “Las posiciones del cuerpo que se ven en un verdadero salón de baile son increíbles”, comenta. “Una adopta posiciones completamente antinaturales y así se queda durante horas. Pero es excitante porque siempre se mejora. Yo sentía que cada vez que aprendía algo muevo, podría hacerlo cien veces mejor al día siguiente”. Dado que los actores adquirían cada vez mayor destreza, se intentó filmar gran parte del baile en orden secuencial, revelando así el crecimiento del elenco desde torpes neófitos hasta intérpretes listos para un concurso, poco a poco. Pero esto no siempre resultó posible. “No siempre podíamos filmar en orden, así que el elenco enfrentó un duro desafío: avanzar y retroceder, mostrándose diestros bailarines o torpes principiantes”, dice Simon Fields. “Cada vez que comenzábamos una escena, el coreógrafo tenía que venir e instruir a los actores en cuanto al nivel apropiado que tenían que demostrar. ¡A veces terminaba mareándonos!” Agrega Richard Gere: “Al principio, verdaderamente no sabíamos lo que estábamos haciendo. Pero una vez que aprendimos los pasos, lo más difícil era retroceder y hacerlos a propósito torpes o graciosos. Resulta que es más fácil aprender a bailar bien que aprender a bailar mal”. A lo largo de la filmación, los actores, al igual que sus personajes en el filme, hallaron continua inspiración en el mero goce y en la liberación que supone el acto de bailar. Así lo resume Bobby Cannavale: “Cuando bailas, descubres que no se trata solo de música y pasos, sino de contar una historia, de conectarse con la pasión y con tu compañero de baile. Ver cómo ocurría eso con los bailarines profesionales en el set y sentirlo cuando bailábamos hizo que la película realmente cobrara vida para nosotros”. Pero no solo los actores tuvieron que aprender baile de salón: el director Peter Chelsom decidió que él también tomaría lecciones. “Muchos años atrás recibí un entrenamiento básico y eso me ayudó a entender lo que los actores estaban haciendo. La diferencia es que nadie, ¡nadie va a verme bailar a mí!”. El mundo físico de BAILAMOS abarca dos entornos diferentes: el del trabajo diario y la vida familiar de John Clark y el del estudio de danzas, donde el mundo exterior parece desaparecer. El nexo entre estos dos mundos es el famoso tren “E1” de Chicago. A pesar de que el entorno es Chicago, la mayoría del film BAILAMOS se filmó en Winnipeg, Canadá, por lo que fue necesario que la diseñadora de producción Caroline Hanania fuera muy creativa en sus diseños. “Afortunadamente, en Winnipeg hay mucha arquitectura de principios de siglo que tiene algo de Chicago”, dice Hanania. “Esto fue una ayuda porque terminamos construyendo por completo la estructura de un tren “E1” y varias fachadas de edificios para recrear más el estilo urbano de Chicago”. Sin embargo, Hanania (quien ha colaborado en todos los filmes de Peter Chelsom) sabía que el set más importante tenía que ser el interior del estudio de Miss Mitzi, donde se lleva a cabo gran parte de los cambios de John.. Este mundo de espejos, madera y sudor fue construido por completo en un escenario de Winnipeg. “Queríamos que el estudio diera la sensación de muy real, pero también de un lugar donde John Clark nunca hubiera podido imaginar encontrarse”, cuenta la diseñadora. “Está completamente fuera de su experiencia normal y todo allí, desde los colores hasta el mobiliario, contrastan con su vida en su casa y en su trabajo”. Otro desafío para Hanania fue crear una habitación espejada que funcionara visualmente para Peter Chelsom y para su director de fotografía John De Borman (“Ella Enchanted”) y que les permitiera iluminar intrincadamente las secuencias de danza. Ella explica: “Lo que hicimos fue construir espejos que pudieran girar hacia arriba, hacia abajo y que pudieran deslizarse hacia los costados, y también teníamos cortinas que podíamos correr sobre ellos. De este modo pudimos elegir cuándo y cómo utilizar los espejos de acuerdo con nuestras necesidades”. Desde el diseño de producción hasta el trabajo de cámara, según Chelson, la creación de BAILAMOS fue “mucho más complicada que lo que alguna vez imaginé”. Incluso los pisos debieron ser creados especialmente para que a la vez resultaran cómodos para los bailarines y para ubicar las cámaras que debían seguirles los pasos. Dice Chelsom: “Yo no deseaba muchos trucos de cámara porque las secuencias de baile que más me gustan son aquellas en las que la cámara es más como un observador que luego se acerca para captar la emoción. En este filme no hay dobles de actores. Nunca. Y los actores deberían sentirse orgullosos de esto”.
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