"PRINCESAS"

de Fernando León de Aranoa


 


Premios Goya
MEJOR ACTRIZ PRINCIPAL (Candela Peña) / MEJOR ACTRIZ REVELACIÓN (Micaela Narváez)
MEJOR CANCIÓN ORIGINAL (Manu Chao por “Me llaman Calle”)
Círculo de Escritores Cinematográficos de España – MEJOR ACTRIZ (Candela Peña)
Premio Fotogramas de Plata – MEJOR ACTRIZ (Candela Peña)
Premio Cinemanía – Ondas – MEJOR DIRECTOR (Fernando León de Aranoa)
Premio del Sindicato de Actores de España – MEJOR PROTAGÓNICO FEMENINO (Candela Peña) / MEJOR ACTUACIÓN DE REPARTO MASCULINA (Luis Callejo)
REVELACIÓN EN ACTUACIÓN FEMENINA (Micaela Narváez)

PRINCESAS, la cuarta película del realizador FERNANDO LEÓN DE ARANOA, y su primera como productor, cuenta la historia de amistad de Caye y Zulema, dos prostitutas. Una amistad inesperada, no buscada, no planeada, porque a ellas dos, en principio y casi por definición, les toca ser rivales. Ambas trabajan en lo mismo, pero Zulema llega del otro lado del Atlántico y significa la competencia abierta. Juntas aprenderán que su amistad es un hermoso refugio
Siempre empeñado en mostrar la realidad menos conocida que rodea la vida cotidiana, FERNANDO LEÓN DE ARANOA señala que quería contar algo que trascendiera el mundo de la prostitución, pero de manera de que la película funcionara como si se tratara de chicas que fuesen cajeras de un supermercado. Apoyado en un excelente reparto integrado en su mayor parte por actrices, el realizador ha sabido recoger con una notable sensibilidad todo lo alegre, doloroso y bello que encierran las vidas de esas heroínas urbanas de la calle; para conseguirlo se sumergió durante un largo periodo de tiempo en un trabajo arduo de documentación.
Las prostitutas que pasan por PRINCESAS son mucho más que eso. Lejos de la idea de mujer frívola -típica y tópica-, que se les suele imponer, FERNANDO LEÓN DE ARANOA trata de descubrir a las personas que hay detrás; a esas mujeres que ofrecen su intimidad por dinero pero que no basan su vida sólo en esta transacción. En ese sentido, el tema sexual no es lo más importante para el director. Sin caer en la visión generalizada, plagada de prejuicios, que se tiene de las profesionales del sexo, PRINCESAS se aleja de la crudeza y prefiere detenerse en la ternura de Caye -que interpreta una formidable CANDELA PEÑA -, y de Zulema -que recrea la puertorriqueña MICAELA NÉVAREZ, hasta ahora casi desconocida -. Junto a ellas, todo un eficaz y sensible reparto secundario coral: Gloria (LLUM BARRERA), es la peluquera del barrio; en su negocio se reúnen Caren (VIOLETA PÉREZ), Ángela (MÓNICA VAN CAMPEN), Rosa (FLORA ÁLVAREZ) y Caye para hablar. Son amigas y todas prostitutas, pero lejos de compartir confidencias, debaten con frialdad los golpes fuertes y las caídas de su profesión.
Con FAMILIA, BARRIO y LOS LUNES AL SOL, FERNANDO LEÓN DE ARANOA ha obtenido tres Premios Goya al mejor director. CANDELA PEÑA también ha resultado ganadora del Premio Goya a la mejor actriz por TE DOY MIS OJOS, de ICIAR BOLLAÍN. La banda sonora de PRINCESAS ha sido compuesta por ALFONSO DE VILLALONGA, responsable de la música del grupo MARLANGO, y por MANU CHAO. La dirección y el guión son de FERNANDO LEÓN DE ARANOA; son productores el propio FERNANDO LEÓN DE ARANOA y JAUME ROURES; la fotografía es de RAMIRO CIVITA; la dirección artística es de LLORENÇ MIQUEL; el vestuario es de BINA DAIGELER; el maquillaje es de CARLOS HERNÁNDEZ; los peinados son de MANOLO GARCÍA; el montaje es de NACHO RUIZ CAPILLAS; y los Productores Ejecutivos son CARLOS DE MUNS, PATRICIA DE MUNS, SERGIO AGUERO y JAVIER MÉNDEZ.

Cuenta FERNANDO LEÓN DE ARANOA que PRINCESAS arranca de la historia que le contó un amigo. Su madre tenía una peluquería en la que se reunían las prostitutas del barrio, y él, siendo un chico, escuchaba sus conversaciones sin perder detalle. Cuenta también que la idea la escribió de un tirón en un viaje en tren y desde entonces no pudo abandonarla. A punto de iniciar el rodaje de LOS LUNES AL SOL, mandó el guión en un sobre a Madrid para no volver a tocarlo, porque la historia de sus princesas ya lo tenía atrapado.
Cuando volvió sobre ella, tras la larga vida de LOS LUNES... –como siempre se refiere a su anterior película–, comenzó su tarea de documentación, un trabajo que cada vez se toma más en serio. Para FERNANDO LEÓN DE ARANOA, la documentación empieza a ser un objetivo en sí misma, más que un medio para escribir bien un guión o para poder hacer una película. «Tiene una parte muy atractiva. Siempre que empiezo un trabajo de documentación lo empiezo pensando que, con ese trabajo y las entrevistas que a veces filmo, haré un documental algún día».
Según él, cada vez dedica más tiempo a esta tarea de documentarse y cada vez la disfruta más. «Me parece un lujo, uno de esos regalos que te hace el cine, quizás de los mejores. Porque tienes acceso a que alguien esté dispuesto a abrirse y te cuente cosas de su vida, cosas que de otra forma seguramente no te las contaría, sabiendo que tampoco vas hacer uso de ellas de una manera literal, como puede hacerlo un programa de televisión, sino que después vas a inventar, transformar y poner en boca de los personajes que tienen otra edad, otro aspecto. En esta última película, más que en las otras, ha sido maravilloso».
Cuando tan sólo tenía las primeras veinte páginas de la historia escritas, se enteró de forma casual de que en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía podía verse una exposición fotográfica de MAYA GODED, titulada SEXOSERVIDORAS, que es como llaman a las trabajadoras del sexo en México. «Había, además de la exposición, una charla del colectivo Hetaira, que trabaja por la defensa de los derechos de las prostitutas. Dos años después, cuando ya empecé a escribir la historia, volví a contactar con la gente del colectivo. Me costó un poco hablar con ellas, todas estaban muy ocupadas haciendo manifestaciones. Finalmente lo conseguí y tuve la suerte de que confiaran en el proyecto, en mí, que me dejaran acompañarlas en su trabajo». Durante un largo tiempo, FERNANDO LEÓN DE ARANOA se convirtió en uno más dentro del colectivo Hetaira y participó en reuniones, manifestaciones, concentraciones, jornadas de debate y fiestas. Además, se sentó durante largas noches en la rueda de auxilio de la Libertina, la furgoneta con la que cada semana se visitan las zonas donde se ejerce la prostitución, y trabajó repartiendo bebidas, galletas, folletos, condones. Dice que empezar a acompañarlas en su trabajo fue para él la parte más interesante, más especial, por lo que supuso de contacto con la realidad. «Las mujeres de Hetaira, además del trabajo asistencial, crean a lo largo de los años una relación con las chicas. Y se sienten cómodas a pesar de ser gente que no pertenece a su mundo, pero con quienes hablan de sus problemas y tratan de resolverlos. Les dan un poco de tranquilidad. Es algo que quizás no se puede escribir en un folleto de ayuda, pero es muy importante; de las cosas más conmovedoras que he visto. Es pura socialización».
Pero sobre todo trabajó escuchando. FERNANDO LEÓN DE ARANOA señala que ha tenido el privilegio de poder estar muy cerca de muchas chicas, de poder hablar con ellas, de escucharlas. Y añade que empezó este trabajo con la idea de hacer unas entrevistas y que, no obstante, poco a poco se fue dando cuenta de que eso era lo menos útil de todo; que, en realidad, lo mejor era estar ahí.«Hay un momento en que eres parte del mobiliario simplemente, y escuchas sus conversaciones igual que ellas escuchan las tuyas. Ves la normalidad de esas personas, y eso es impagable».
El realizador ya tenía la historia armada y sabía, en líneas generales, lo que quería contar, pero necesitaba contrastar su ficción con la realidad: «Intentas entender a través de la documentación, oler un poco, quedarte con un aroma, encontrar un espíritu. No buscas una trama, un argumento. Eso sale de la mezcla de varias cosas, de la imaginación. Quería saber cómo es de dramático, cómo es de esperanzado, cuánto hay de ternura, lo que hay de dolor, lo que hay de alegría, lo que hay de juerga también. Eso no lo consigues yendo un día y preguntando. Seguramente no te van a contestar o te van a decir una cosa que seguramente no sea cierta. Para entender, necesitas hacerlo durante un largo tiempo, porque esa conclusión no la sacas ni en un día ni en dos. Normalmente, partes de una intuición. Aparecen cosas que intuiste y otras sorprendentes, que suelen ser las más interesantes»
Así, FERNANDO LEÓN DE ARANOA captó la belleza presente en las conversaciones de esas mujeres sobre sus hijos, sus novios, sus familias; la belleza inherente en sus miradas, en sus vestidos y peinados, en el contenido de sus mochilas, en la forma de enfrentarse al mundo: «Luego hay detalles –cómo atienden el teléfono, por ejemplo– que parece que son una tontería, pero que te hacen falta para escribir un guión. Se trataba de comprobar si no estaba muy equivocado sobre lo que estaba escribiendo. Lo del piso compartido de Zulema surgió realmente en una conversación con Marga, una chica albanesa. Ella hablaba de sus problemas, de sus diferencias culturales con una familia de ecuatorianos con la que compartía casa, de las broncas con la música, con la ducha... La película se construye con todas esas pequeñas cosas, y hay docenas de ellas».
DE ARANOA tampoco quería narrar su film desde el punto de vista del cliente, mostrando a las chicas alineadas a un costado de la carretera a través de la ventanilla del coche. Explica que le interesaba el contraplano de esa mirada; no el diálogo entre el cliente y la prostituta, sino la chica que se da vuelta y se pone a hablar con otra compañera. «Tenía que estar allí cuando se diera vuelta. Las chicas tenían mucha confianza y para ellas no era un problema que yo estuviera en la furgoneta acompañándolas. Eso me lo hizo todo muy fácil. Una de las primeras cosas que descubrí es que, como en cualquier otro mundo, todo es bastante ambiguo, las fronteras no están tan claras, tenemos visiones bastante esquemáticas de las cosas. Es un mundo tan complejo como el que más, con tantas posibilidades y situaciones distintas como personas lo componen. Cada chica con la que hablaba tenía una circunstancia vital completamente distinta».
Antes de comenzar el rodaje, y ya cerrado el casting, con CANDELA PEÑA como Caye y MICAELA NEVÁREZ como Zulema, DE ARANOA regresó a la geografía de sus prostitutas acompañando esta vez a las actrices. MICAELA afirmaba: «Ahora voy a ver dónde nace Zulema». Todo el equipo técnico y artístico de PRINCESAS se volcó en el proyecto y mimó a las chicas de la calle. DE ARANOA quería que le devolvieran la visita, que fueran ellas ahora quienes se desplazaran hasta el rodaje, que formaran parte de su película. Quería que le dieran una mano y no sólo que aparecieran en la película. «Me interesaba que me ayudaran a transmitirle a las actrices cómo esperan, cómo se plantan delante de un coche. Me daba mucha confianza tenerlas cerca».
“Después, casi un año más tarde, tuve muchas ganas de mostrarles la película, porque sentía la necesidad de devolvérsela de algún modo, y también algo de temor: Sobre todo a la gente que ha estado ahí, ayudándote, esforzándose, contándote cosas. Todo está reinventado en la película. Miedo siempre da. Pero esto me pasa siempre. Me ocurrió cuando mostré LOS LUNES... a la gente de los astilleros ».
En el preestreno en Madrid las chicas volvieron a acompañarle. No paraba de repetir, y con él todo su equipo, que lo que más le importaba esa noche era la opinión de ellas. Y hubo momentos especiales en donde ellas aplaudieron con intensidad. Y de nuevo, un corrillo donde conversar, pero esta vez no en la Libertina, sino en la misma sala, con la mayoría de los demás invitados ya fuera. Fue lo que él llamó, contento y orgulloso, “su primer cinefórum”.
FERNANDO LEÓN DE ARANOA anhela que quienes vayan a ver la película se sientan cerca de las protagonistas, que éstas no les resulten ajenas, que entiendan sus motivaciones. Le gustaría, como él dice, que tuvieran la sensación de que las conocen, de que las han visto antes. «Estaría muy bien si se quedaran con una idea parecida a la que me quedé yo durante todo el proceso de documentación. Los personajes de las películas sólo existen si alguien los imagina, los inventa, si alguien piensa en ellos, como dice el personaje de Caye en la película varias veces, algo que repite su madre: “Existimos porque alguien piensa en nosotras y no al revés”. Gracias a Zulema, Caye existe. Zulema piensa en ella y le da la vida. Ahora, si la gente piensa en los personajes, los recuerda y los considera ante todo como personas, les estará haciendo existir. Es algo parecido a lo que pide Caye para sí, lo que pide para ellas».

Ésta es la historia de dos mujeres, de dos putas, de dos princesas. Una de ellas se llama Caye, tiene casi treinta años, el flequillo de peluquería y un atractivo discutible, de barrio. Tiene además una madre a la que no le gusta visitar los domingos porque en ella se ve a sí misma, reflejada: Pilar es un espejo ingrato para Caye, lo que la chica ve en él no le gusta, porque lo sabe futuro probable, cercano.
Zulema es una princesa desterrada, dulce y oscura, que vive a diario el exilio forzoso de la desesperación. Lleva siempre encima una fotografía de su hijo, un trocito de esperanza plastificada en 3x4, que saca a cada rato de su cartera para enseñársela a sus compañeras de cuneta, aunque la que de verdad necesita verla es ella.
Cuando se conocen están en lugares diferentes, casi enfrentados. Son muchas las chicas aquí que ven con recelo la llegada de inmigrantes a la prostitución: les restan espacio y clientes con su exotismo, abaratan los precios, dificultan su difícil trabajo. Caye y Zulema no tardan en comprender que, aunque a cierta distancia, las dos caminan por la misma cuerda floja. De su complicidad nace esta historia.
Caye se enamora luego de un Manuel. En él quiere ver al que será el hombre de su vida, aunque lo sea sólo por un rato. Caye no sabe amar, porque lo ha hecho poco, por eso se acelera y lo hace con torpeza, a trompicones. Quiere dar todo lo que tiene guardado, que es mucho, y acude a su segunda cita con el corazón en la mano, dispuesta a entregarlo. Como si fuera un maniquí, Caye coloca sobre Manuel todos sus deseos. Y es difícil estar a la altura de los deseos de Caye.
Mientras, Zulema se hace fotografías furtivas entre las cajas de los supermercados: demostrará con ellas a sus padres que trabaja de cajera, como les dijo en sus primeras cartas, hoy ya lejanas. Luego, de noche, camina otra vez desnuda entre los árboles asombrados de la Casa de Campo. Funambulista experimentada, hace equilibrios por el alambre afilado de sus arcenes, entre el caudal lento y metalizado de los coches, dando traspiés sobre la tierna fragilidad de sus veintitantos años desnudos.
Dice Caye que las princesas son tan sensibles que no pueden vivir alejadas de sus reinos porque se morirían de pena. Algo de razón debe tener, porque a Zulema los días cada vez se le hacen más difíciles, los silencios más largos, los alambres más estrechos. Su imprevista amistad les dará a las dos un refugio temporal, una habitación soleada, compartida, en la que sentarse a conversar con desacostumbrada ternura y reírse, de todo y de nada en concreto, ajenas, tranquilas; como si afuera hubieran dejado hoy la culpa y los pasos en falso; como si el tiempo aquí, por verlas mejor, pasara más despacio junto a ellas.
En esta historia hay además una peluquería con pretensiones de salón de belleza que las chicas frecuentan más en busca de conversación que de cortes de pelo. En ella discuten, comentan, ríen y se pelean, los móviles siempre a mano, sin dejar de sonar. Aquí conoceremos a Blanca, la princesa desheredada, la que una vez tuvo belleza, juventud y dinero, hoy siempre detrás de un cuarto de baño. La droga se lo quitó todo excepto el encanto, que de tanto no fue capaz.
Y conoceremos también a Caren, a Ángela, a Rosa… y a las otras, las mujeres invisibles, las de la mirada secreta. No encontraréis a nadie, político o cliente, que admita haberlas visto, haber escuchado de su boca palabra, risa o lamento. Oiréis a muchos hablar en su nombre, nunca a ellas. Cuando las quieran salvar, cuando las quieran esconder, cuando las quieran echar, tampoco podréis escucharlas, porque nadie les pregunta, nada, nunca. Pagan a diario los altos impuestos de la precariedad y el desprecio, ponen cada noche su corazón a doble o nada; deambulan confundidas, nocturnas, por los bosques desencantados que circundan las ciudades, buscando acaso el billete de regreso que una vez perdieron.
Sin embargo, cada noche, en la Casa de Campo, sale vaho de sus bocas cuando ríen, reunidas en torno a la hoguera cómplice de su conversación. Si escucháramos con atención las oiríamos hablar con una ternura desacostumbrada de sus novios, de sus hijos, de lo que la vida tiene aún reservado para ellas; las oiríamos discutir, prometer, lamentarse a veces, aunque discretamente, sin perjuicio de la alegría. Si escucháramos, las oiríamos también celebrar su cumpleaños un día, con un pollo rostizado comprado a los ambulantes que frecuentan sus espacios. Luego el brindis emocionado, cerveza y plástico, las palabras que se anudan en la garganta, los aplausos y las risas, los bolsillos de la memoria cedidos ya a fuerza de tanta ausencia.
Mientras, a su espalda, el horizonte soberbio de la ciudad duerme tranquilo, ajeno a todo. Pero allí arriba, arriba, está la vida, hablando en muchas lenguas distintas el idioma común de la esperanza – Fernando León de Aranoa

CAYE/ CANDELA PEÑA
CANDELA PEÑA nos ha regalado, en apenas una década, algunos personajes insustituibles del cine español. Se destacan, entre ellos, Ana, la hermana a contracorriente de TE DOY MIS OJOS, de ICIAR BOLLAÍN, que le permitió llevarse un Goya a casa; y la entrañable educadora sexual Carmen de TORREMOLINOS 73, dirigida por PABLO BERGER, reconocida por jurados cinematográficos de numerosos Festivales, como Miami y Toulouse, o por el Círculo de Escritores Cinematográficos de Cataluña. Ha sido también Nina Cruz, la apasionada actriz politoxicómana de TODO SOBRE MI MADRE, firmada por PEDRO ALMODÓVAR. Sufrió lo suyo en la piel de Alba, la protagonista de INSOMNIO, de CHUS GUTIÉRREZ. Nos invitó a descubrir nuevos horizontes como Trini en HOLA, ¿ESTÁS SOLA?, de ICIAR BOLLAÍN, y deslumbró como Vanesa en su primer largometraje, DÍAS CONTADOS, de IMANOL URIBE. Otros muchos títulos, avalados por algunos de los directores más prestigiosos del cine español, la incluyen en su reparto, es el caso de DESCONGÉLATE, SIN VERGÜENZA o LA CELESTINA.

ZULEMA/ MICAELA NEVÁREZ
PRINCESAS es el primer largometraje protagonizado por la puertorriqueña MICAELA NEVÁREZ, aunque su trayectoria en cine y televisión en su país de residencia, EEUU, incluye títulos como THE LOWER EAST SIDE PROJECT, dirigido por NETTIE MÁRQUEZ, las producciones AMERICAN DAIRY COUNSIL, de Max Mambrú Films, INSIDE SECRETS TO WINNING CONTEST, de War Chest Productions, o MY BOYFRIEND BUYS ME EVERYTHING, de Piscataway TV. Lo que ha convertido, sin embargo, a MICAELA en un rostro conocido para los espectadores norteamericanos ha sido su colaboración en uno de los programas que lideran la burbujeante parrilla catódica de ese país, LATE NIGHT WITH DAVID LETTERMAN. Y fuera ya de las pantallas, dos montajes se destacan entre sus créditos teatrales, A MIDSUMMER NIGHT’S DREAM, bajo la dirección de JONAS JURASAS, donde interpretó a Hernia; y FROM THE LANDS OF FIRE AND ICE, en versión del director JOE HAET presentada en el Festival de Edimburgo y donde encabezaba el reparto.


Hay algo en este filme, bellamente escrito y profundamente coherente con la trayectoria anterior de su creador, Fernando León de Aranoa, que lo diferencia de Familia, de Barrio, de Los lunes al sol y que permite apreciar en lo que vale el riesgo que asume el director en la que es también su primera película como productor. Ese algo es, ni más ni menos, el proponer una ficción que se sostiene sólo con unos pocos hilos argumentales (una relación de a dos, la que establecen una prostituta española, Candela Peña, y otra extranjera, Micaela Nevárez; una peluquería en la que recalan, de cuando en cuando, las putas de un barrio cualquiera de Madrid; una familia, la de Peña, preñada de esos silencios y esas angustiosas oquedades que tan bien conocen los espectadores del cine anterior de León). Y nada más. No hay aquí espacio para la pequeña heroicidad, como en Los lunes..., ni para el retrato sociológico, como en Barrio; ni siquiera elementos de suspenso que mantengan la atención del espectador. Y sin embargo, la (poca) acción de Princesas se asienta sobre bases no menos sólidas. En primer lugar, en unos diálogos cargados de sentido y, a ratos, recorridos por un extraño hálito de belleza. Luego, en la forma en que se va trazando la relación entre las dos protagonistas, que va subiendo peldaños, pasito a pasito, de secuencia en secuencia, hasta un final no por esperado menos rotundo y satisfactorio. Y en tercer lugar, también por elementos estilísticos inéditos en nuestro hombre, por ejemplo, una cámara muy ágil, que se mueve en los límites de la luz y que dota a la escena de una cualidad de realismo superior incluso al de las anteriores películas de León de Aranoa.
Todo ello al servicio, y es una opción que hay que aceptar y entrar en ella, o de lo contrario se queda uno limpiamente en fuera de juego, de una historia personal, en la que tal vez lo de menos es que sus protagonistas sean putas, y lo de más, que sepan superar los límites impuestos por un oficio siniestro y por unas condiciones sociales y legales rígidas y predeterminadas.
Habrá quien le reproche al director que no profundice más en el entorno de la prostitución, o que se pronuncie sobre algunos aspectos anexos a ella que son los que un debate público sobre el tema pretendería (legalización sí o no, por ejemplo). Pero no es ésta la intención de León: mucho más humilde, se limita a proponer una historia en la que lo que importa es el factor humano, los deseos truncos (esa "nostalgia de futuro" de la que habla Peña), la dureza del día a día. Esta opción resta discurso social, es cierto, pero no desmerece ni un ápice el fondo de la historia, ese cariño que crece en el infortunio, esa relación que se ahonda en la desgracia, pero sin caer nunca en llantos fáciles ni en tremendismos al uso: el equilibrio que obtiene León de Aranoa entre emoción y descripción de personajes es, de lejos, el mayor patrimonio de un filme que se beneficia de otros muchos valores: de un trabajo sobresaliente de sus intérpretes (y en especial de Peña: es su mejor interpretación en 10 apretados años de una carrera muy autoexigente), de una factura impecable, de un guión primoroso, de unos diálogos que parecen escritos desde el alma. M TORREIRO – EL PAIS

Título Original: PRINCESAS – Año:2005 – Origen: España – Duración:105 minutos.
Una Producción REPOSADO – MEDIAPRO

Dirección y Guión: FERNANDO LEÓN DE ARANOA
Productores: FERNANDO LEÓN DE ARANOA, JAUME ROURES
Fotografía: RAMIRO CIVITA
Dirección artística: LLORENÇ MIQUEL
Vestuario: BINA DAIGELER
Maquillaje: CARLOS HERNÁNDEZ
Peinados: MANOLO GARCÍA
Montaje: NACHO RUIZ CAPILLAS
Música: ALFONSO DE VILALLONGA, MANU CHAO
Sonido: MIGUEL REJAS y POLO ALEDO
Línea de producción: MARINA ORTIZ
Productores Ejecutivos: CARLOS DE MUNS, PATRICIA DE MUNS, SERGIO AGUERO y JAVIER MÉNDEZ -

ELENCO

CANDELA PEÑA (Caye)
MICAELA NEVÁREZ (Zulema)
MARIANA CORDERO (Pilar)
LIUM BARRERA (Gloria)
VIOLETA PÉREZ (Caren)
MÓNICA VAN CAMPEN (Angela)
FLORA ÁLVAREZ (Rosa)
MARÍA BALLESTEROS (Blanca)
ALEJANDRA LORENTE (Mamen)
LUIS CALLEJO (Manuel)
ANTONIO DURÁN “MORRIS” ( Funcionario)
PERE ARQUILLUÉ (Carlos)
PEPA ANIORTE (Alicia)
ALBERTO FERREIRO (Voluntario)
ENRIQUE VILLÉN (Dueño bar)

 

 

 

 

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