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"PRINCESAS"
de Fernando León de
Aranoa
Premios Goya
MEJOR ACTRIZ PRINCIPAL (Candela Peña) / MEJOR ACTRIZ REVELACIÓN (Micaela
Narváez)
MEJOR CANCIÓN ORIGINAL (Manu Chao por “Me llaman Calle”)
Círculo de Escritores Cinematográficos de España – MEJOR ACTRIZ (Candela
Peña)
Premio Fotogramas de Plata – MEJOR ACTRIZ (Candela Peña)
Premio Cinemanía – Ondas – MEJOR DIRECTOR (Fernando León de Aranoa)
Premio del Sindicato de Actores de España – MEJOR PROTAGÓNICO FEMENINO
(Candela Peña) / MEJOR ACTUACIÓN DE REPARTO MASCULINA (Luis Callejo)
REVELACIÓN EN ACTUACIÓN FEMENINA (Micaela Narváez)
PRINCESAS, la cuarta película del realizador FERNANDO LEÓN DE ARANOA, y
su primera como productor, cuenta la historia de amistad de Caye y
Zulema, dos prostitutas. Una amistad inesperada, no buscada, no
planeada, porque a ellas dos, en principio y casi por definición, les
toca ser rivales. Ambas trabajan en lo mismo, pero Zulema llega del otro
lado del Atlántico y significa la competencia abierta. Juntas aprenderán
que su amistad es un hermoso refugio
Siempre empeñado en mostrar la realidad menos conocida que rodea la vida
cotidiana, FERNANDO LEÓN DE ARANOA señala que quería contar algo que
trascendiera el mundo de la prostitución, pero de manera de que la
película funcionara como si se tratara de chicas que fuesen cajeras de
un supermercado. Apoyado en un excelente reparto integrado en su mayor
parte por actrices, el realizador ha sabido recoger con una notable
sensibilidad todo lo alegre, doloroso y bello que encierran las vidas de
esas heroínas urbanas de la calle; para conseguirlo se sumergió durante
un largo periodo de tiempo en un trabajo arduo de documentación.
Las prostitutas que pasan por PRINCESAS son mucho más que eso. Lejos de
la idea de mujer frívola -típica y tópica-, que se les suele imponer,
FERNANDO LEÓN DE ARANOA trata de descubrir a las personas que hay
detrás; a esas mujeres que ofrecen su intimidad por dinero pero que no
basan su vida sólo en esta transacción. En ese sentido, el tema sexual
no es lo más importante para el director. Sin caer en la visión
generalizada, plagada de prejuicios, que se tiene de las profesionales
del sexo, PRINCESAS se aleja de la crudeza y prefiere detenerse en la
ternura de Caye -que interpreta una formidable CANDELA PEÑA -, y de
Zulema -que recrea la puertorriqueña MICAELA NÉVAREZ, hasta ahora casi
desconocida -. Junto a ellas, todo un eficaz y sensible reparto
secundario coral: Gloria (LLUM BARRERA), es la peluquera del barrio; en
su negocio se reúnen Caren (VIOLETA PÉREZ), Ángela (MÓNICA VAN CAMPEN),
Rosa (FLORA ÁLVAREZ) y Caye para hablar. Son amigas y todas prostitutas,
pero lejos de compartir confidencias, debaten con frialdad los golpes
fuertes y las caídas de su profesión.
Con FAMILIA, BARRIO y LOS LUNES AL SOL, FERNANDO LEÓN DE ARANOA ha
obtenido tres Premios Goya al mejor director. CANDELA PEÑA también ha
resultado ganadora del Premio Goya a la mejor actriz por TE DOY MIS
OJOS, de ICIAR BOLLAÍN. La banda sonora de PRINCESAS ha sido compuesta
por ALFONSO DE VILLALONGA, responsable de la música del grupo MARLANGO,
y por MANU CHAO. La dirección y el guión son de FERNANDO LEÓN DE ARANOA;
son productores el propio FERNANDO LEÓN DE ARANOA y JAUME ROURES; la
fotografía es de RAMIRO CIVITA; la dirección artística es de LLORENÇ
MIQUEL; el vestuario es de BINA DAIGELER; el maquillaje es de CARLOS
HERNÁNDEZ; los peinados son de MANOLO GARCÍA; el montaje es de NACHO
RUIZ CAPILLAS; y los Productores Ejecutivos son CARLOS DE MUNS, PATRICIA
DE MUNS, SERGIO AGUERO y JAVIER MÉNDEZ.
Cuenta
FERNANDO LEÓN DE ARANOA que PRINCESAS arranca de la historia que le
contó un amigo. Su madre tenía una peluquería en la que se reunían las
prostitutas del barrio, y él, siendo un chico, escuchaba sus
conversaciones sin perder detalle. Cuenta también que la idea la
escribió de un tirón en un viaje en tren y desde entonces no pudo
abandonarla. A punto de iniciar el rodaje de LOS LUNES AL SOL, mandó el
guión en un sobre a Madrid para no volver a tocarlo, porque la historia
de sus princesas ya lo tenía atrapado.
Cuando volvió sobre ella, tras la larga vida de LOS LUNES... –como
siempre se refiere a su anterior película–, comenzó su tarea de
documentación, un trabajo que cada vez se toma más en serio. Para
FERNANDO LEÓN DE ARANOA, la documentación empieza a ser un objetivo en
sí misma, más que un medio para escribir bien un guión o para poder
hacer una película. «Tiene una parte muy atractiva. Siempre que empiezo
un trabajo de documentación lo empiezo pensando que, con ese trabajo y
las entrevistas que a veces filmo, haré un documental algún día».
Según él, cada vez dedica más tiempo a esta tarea de documentarse y cada
vez la disfruta más. «Me parece un lujo, uno de esos regalos que te hace
el cine, quizás de los mejores. Porque tienes acceso a que alguien esté
dispuesto a abrirse y te cuente cosas de su vida, cosas que de otra
forma seguramente no te las contaría, sabiendo que tampoco vas hacer uso
de ellas de una manera literal, como puede hacerlo un programa de
televisión, sino que después vas a inventar, transformar y poner en boca
de los personajes que tienen otra edad, otro aspecto. En esta última
película, más que en las otras, ha sido maravilloso».
Cuando tan sólo tenía las primeras veinte páginas de la historia
escritas, se enteró de forma casual de que en el Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía podía verse una exposición fotográfica de MAYA GODED,
titulada SEXOSERVIDORAS, que es como llaman a las trabajadoras del sexo
en México. «Había, además de la exposición, una charla del colectivo
Hetaira, que trabaja por la defensa de los derechos de las prostitutas.
Dos años después, cuando ya empecé a escribir la historia, volví a
contactar con la gente del colectivo. Me costó un poco hablar con ellas,
todas estaban muy ocupadas haciendo manifestaciones. Finalmente lo
conseguí y tuve la suerte de que confiaran en el proyecto, en mí, que me
dejaran acompañarlas en su trabajo». Durante un largo tiempo, FERNANDO
LEÓN DE ARANOA se convirtió en uno más dentro del colectivo Hetaira y
participó en reuniones, manifestaciones, concentraciones, jornadas de
debate y fiestas. Además, se sentó durante largas noches en la rueda de
auxilio de la Libertina, la furgoneta con la que cada semana se visitan
las zonas donde se ejerce la prostitución, y trabajó repartiendo
bebidas, galletas, folletos, condones. Dice que empezar a acompañarlas
en su trabajo fue para él la parte más interesante, más especial, por lo
que supuso de contacto con la realidad. «Las mujeres de Hetaira, además
del trabajo asistencial, crean a lo largo de los años una relación con
las chicas. Y se sienten cómodas a pesar de ser gente que no pertenece a
su mundo, pero con quienes hablan de sus problemas y tratan de
resolverlos. Les dan un poco de tranquilidad. Es algo que quizás no se
puede escribir en un folleto de ayuda, pero es muy importante; de las
cosas más conmovedoras que he visto. Es pura socialización».
Pero sobre todo trabajó escuchando. FERNANDO LEÓN DE ARANOA señala que
ha tenido el privilegio de poder estar muy cerca de muchas chicas, de
poder hablar con ellas, de escucharlas. Y añade que empezó este trabajo
con la idea de hacer unas entrevistas y que, no obstante, poco a poco se
fue dando cuenta de que eso era lo menos útil de todo; que, en realidad,
lo mejor era estar ahí.«Hay un momento en que eres parte del mobiliario
simplemente, y escuchas sus conversaciones igual que ellas escuchan las
tuyas. Ves la normalidad de esas personas, y eso es impagable».
El
realizador ya tenía la historia armada y sabía, en líneas generales, lo
que quería contar, pero necesitaba contrastar su ficción con la
realidad: «Intentas entender a través de la documentación, oler un poco,
quedarte con un aroma, encontrar un espíritu. No buscas una trama, un
argumento. Eso sale de la mezcla de varias cosas, de la imaginación.
Quería saber cómo es de dramático, cómo es de esperanzado, cuánto hay de
ternura, lo que hay de dolor, lo que hay de alegría, lo que hay de
juerga también. Eso no lo consigues yendo un día y preguntando.
Seguramente no te van a contestar o te van a decir una cosa que
seguramente no sea cierta. Para entender, necesitas hacerlo durante un
largo tiempo, porque esa conclusión no la sacas ni en un día ni en dos.
Normalmente, partes de una intuición. Aparecen cosas que intuiste y
otras sorprendentes, que suelen ser las más interesantes»
Así, FERNANDO LEÓN DE ARANOA captó la belleza presente en las
conversaciones de esas mujeres sobre sus hijos, sus novios, sus
familias; la belleza inherente en sus miradas, en sus vestidos y
peinados, en el contenido de sus mochilas, en la forma de enfrentarse al
mundo: «Luego hay detalles –cómo atienden el teléfono, por ejemplo– que
parece que son una tontería, pero que te hacen falta para escribir un
guión. Se trataba de comprobar si no estaba muy equivocado sobre lo que
estaba escribiendo. Lo del piso compartido de Zulema surgió realmente en
una conversación con Marga, una chica albanesa. Ella hablaba de sus
problemas, de sus diferencias culturales con una familia de ecuatorianos
con la que compartía casa, de las broncas con la música, con la ducha...
La película se construye con todas esas pequeñas cosas, y hay docenas de
ellas».
DE ARANOA tampoco quería narrar su film desde el punto de vista del
cliente, mostrando a las chicas alineadas a un costado de la carretera a
través de la ventanilla del coche. Explica que le interesaba el
contraplano de esa mirada; no el diálogo entre el cliente y la
prostituta, sino la chica que se da vuelta y se pone a hablar con otra
compañera. «Tenía que estar allí cuando se diera vuelta. Las chicas
tenían mucha confianza y para ellas no era un problema que yo estuviera
en la furgoneta acompañándolas. Eso me lo hizo todo muy fácil. Una de
las primeras cosas que descubrí es que, como en cualquier otro mundo,
todo es bastante ambiguo, las fronteras no están tan claras, tenemos
visiones bastante esquemáticas de las cosas. Es un mundo tan complejo
como el que más, con tantas posibilidades y situaciones distintas como
personas lo componen. Cada chica con la que hablaba tenía una
circunstancia vital completamente distinta».
Antes de comenzar el rodaje, y ya cerrado el casting, con CANDELA PEÑA
como Caye y MICAELA NEVÁREZ como Zulema, DE ARANOA regresó a la
geografía de sus prostitutas acompañando esta vez a las actrices.
MICAELA afirmaba: «Ahora voy a ver dónde nace Zulema». Todo el equipo
técnico y artístico de PRINCESAS se volcó en el proyecto y mimó a las
chicas de la calle. DE ARANOA quería que le devolvieran la visita, que
fueran ellas ahora quienes se desplazaran hasta el rodaje, que formaran
parte de su película. Quería que le dieran una mano y no sólo que
aparecieran en la película. «Me interesaba que me ayudaran a
transmitirle a las actrices cómo esperan, cómo se plantan delante de un
coche. Me daba mucha confianza tenerlas cerca».
“Después, casi un año más tarde, tuve muchas ganas de mostrarles la
película, porque sentía la necesidad de devolvérsela de algún modo, y
también algo de temor: Sobre todo a la gente que ha estado ahí,
ayudándote, esforzándose, contándote cosas. Todo está reinventado en la
película. Miedo siempre da. Pero esto me pasa siempre. Me ocurrió cuando
mostré LOS LUNES... a la gente de los astilleros ».
En el preestreno en Madrid las chicas volvieron a acompañarle. No paraba
de repetir, y con él todo su equipo, que lo que más le importaba esa
noche era la opinión de ellas. Y hubo momentos especiales en donde ellas
aplaudieron con intensidad. Y de nuevo, un corrillo donde conversar,
pero esta vez no en la Libertina, sino en la misma sala, con la mayoría
de los demás invitados ya fuera. Fue lo que él llamó, contento y
orgulloso, “su primer cinefórum”.
FERNANDO LEÓN DE ARANOA anhela que quienes vayan a ver la película se
sientan cerca de las protagonistas, que éstas no les resulten ajenas,
que entiendan sus motivaciones. Le gustaría, como él dice, que tuvieran
la sensación de que las conocen, de que las han visto antes. «Estaría
muy bien si se quedaran con una idea parecida a la que me quedé yo
durante todo el proceso de documentación. Los personajes de las
películas sólo existen si alguien los imagina, los inventa, si alguien
piensa en ellos, como dice el personaje de Caye en la película varias
veces, algo que repite su madre: “Existimos porque alguien piensa en
nosotras y no al revés”. Gracias a Zulema, Caye existe. Zulema piensa en
ella y le da la vida. Ahora, si la gente piensa en los personajes, los
recuerda y los considera ante todo como personas, les estará haciendo
existir. Es algo parecido a lo que pide Caye para sí, lo que pide para
ellas».
Ésta
es la historia de dos mujeres, de dos putas, de dos princesas. Una de
ellas se llama Caye, tiene casi treinta años, el flequillo de peluquería
y un atractivo discutible, de barrio. Tiene además una madre a la que no
le gusta visitar los domingos porque en ella se ve a sí misma,
reflejada: Pilar es un espejo ingrato para Caye, lo que la chica ve en
él no le gusta, porque lo sabe futuro probable, cercano.
Zulema es una princesa desterrada, dulce y oscura, que vive a diario el
exilio forzoso de la desesperación. Lleva siempre encima una fotografía
de su hijo, un trocito de esperanza plastificada en 3x4, que saca a cada
rato de su cartera para enseñársela a sus compañeras de cuneta, aunque
la que de verdad necesita verla es ella.
Cuando se conocen están en lugares diferentes, casi enfrentados. Son
muchas las chicas aquí que ven con recelo la llegada de inmigrantes a la
prostitución: les restan espacio y clientes con su exotismo, abaratan
los precios, dificultan su difícil trabajo. Caye y Zulema no tardan en
comprender que, aunque a cierta distancia, las dos caminan por la misma
cuerda floja. De su complicidad nace esta historia.
Caye se enamora luego de un Manuel. En él quiere ver al que será el
hombre de su vida, aunque lo sea sólo por un rato. Caye no sabe amar,
porque lo ha hecho poco, por eso se acelera y lo hace con torpeza, a
trompicones. Quiere dar todo lo que tiene guardado, que es mucho, y
acude a su segunda cita con el corazón en la mano, dispuesta a
entregarlo. Como si fuera un maniquí, Caye coloca sobre Manuel todos sus
deseos. Y es difícil estar a la altura de los deseos de Caye.
Mientras, Zulema se hace fotografías furtivas entre las cajas de los
supermercados: demostrará con ellas a sus padres que trabaja de cajera,
como les dijo en sus primeras cartas, hoy ya lejanas. Luego, de noche,
camina otra vez desnuda entre los árboles asombrados de la Casa de
Campo. Funambulista experimentada, hace equilibrios por el alambre
afilado de sus arcenes, entre el caudal lento y metalizado de los
coches, dando traspiés sobre la tierna fragilidad de sus veintitantos
años desnudos.
Dice Caye que las princesas son tan sensibles que no pueden vivir
alejadas de sus reinos porque se morirían de pena. Algo de razón debe
tener, porque a Zulema los días cada vez se le hacen más difíciles, los
silencios más largos, los alambres más estrechos. Su imprevista amistad
les dará a las dos un refugio temporal, una habitación soleada,
compartida, en la que sentarse a conversar con desacostumbrada ternura y
reírse, de todo y de nada en concreto, ajenas, tranquilas; como si
afuera hubieran dejado hoy la culpa y los pasos en falso; como si el
tiempo aquí, por verlas mejor, pasara más despacio junto a ellas.
En esta historia hay además una peluquería con pretensiones de salón de
belleza que las chicas frecuentan más en busca de conversación que de
cortes de pelo. En ella discuten, comentan, ríen y se pelean, los
móviles siempre a mano, sin dejar de sonar. Aquí conoceremos a Blanca,
la princesa desheredada, la que una vez tuvo belleza, juventud y dinero,
hoy siempre detrás de un cuarto de baño. La droga se lo quitó todo
excepto el encanto, que de tanto no fue capaz.
Y conoceremos también a Caren, a Ángela, a Rosa… y a las otras, las
mujeres invisibles, las de la mirada secreta. No encontraréis a nadie,
político o cliente, que admita haberlas visto, haber escuchado de su
boca palabra, risa o lamento. Oiréis a muchos hablar en su nombre, nunca
a ellas. Cuando las quieran salvar, cuando las quieran esconder, cuando
las quieran echar, tampoco podréis escucharlas, porque nadie les
pregunta, nada, nunca. Pagan a diario los altos impuestos de la
precariedad y el desprecio, ponen cada noche su corazón a doble o nada;
deambulan confundidas, nocturnas, por los bosques desencantados que
circundan las ciudades, buscando acaso el billete de regreso que una vez
perdieron.
Sin embargo, cada noche, en la Casa de Campo, sale vaho de sus bocas
cuando ríen, reunidas en torno a la hoguera cómplice de su conversación.
Si escucháramos con atención las oiríamos hablar con una ternura
desacostumbrada de sus novios, de sus hijos, de lo que la vida tiene aún
reservado para ellas; las oiríamos discutir, prometer, lamentarse a
veces, aunque discretamente, sin perjuicio de la alegría. Si
escucháramos, las oiríamos también celebrar su cumpleaños un día, con un
pollo rostizado comprado a los ambulantes que frecuentan sus espacios.
Luego el brindis emocionado, cerveza y plástico, las palabras que se
anudan en la garganta, los aplausos y las risas, los bolsillos de la
memoria cedidos ya a fuerza de tanta ausencia.
Mientras, a su espalda, el horizonte soberbio de la ciudad duerme
tranquilo, ajeno a todo. Pero allí arriba, arriba, está la vida,
hablando en muchas lenguas distintas el idioma común de la esperanza –
Fernando León de Aranoa
CAYE/ CANDELA PEÑA
CANDELA PEÑA nos ha regalado, en apenas una década, algunos personajes
insustituibles del cine español. Se destacan, entre ellos, Ana, la
hermana a contracorriente de TE DOY MIS OJOS, de ICIAR BOLLAÍN, que le
permitió llevarse un Goya a casa; y la entrañable educadora sexual
Carmen de TORREMOLINOS 73, dirigida por PABLO BERGER, reconocida por
jurados cinematográficos de numerosos Festivales, como Miami y Toulouse,
o por el Círculo de Escritores Cinematográficos de Cataluña. Ha sido
también Nina Cruz, la apasionada actriz politoxicómana de TODO SOBRE MI
MADRE, firmada por PEDRO ALMODÓVAR. Sufrió lo suyo en la piel de Alba,
la protagonista de INSOMNIO, de CHUS GUTIÉRREZ. Nos invitó a descubrir
nuevos horizontes como Trini en HOLA, ¿ESTÁS SOLA?, de ICIAR BOLLAÍN, y
deslumbró como Vanesa en su primer largometraje, DÍAS CONTADOS, de
IMANOL URIBE. Otros muchos títulos, avalados por algunos de los
directores más prestigiosos del cine español, la incluyen en su reparto,
es el caso de DESCONGÉLATE, SIN VERGÜENZA o LA CELESTINA.
ZULEMA/ MICAELA NEVÁREZ
PRINCESAS es el primer largometraje protagonizado por la puertorriqueña
MICAELA NEVÁREZ, aunque su trayectoria en cine y televisión en su país
de residencia, EEUU, incluye títulos como THE LOWER EAST SIDE PROJECT,
dirigido por NETTIE MÁRQUEZ, las producciones AMERICAN DAIRY COUNSIL, de
Max Mambrú Films, INSIDE SECRETS TO WINNING CONTEST, de War Chest
Productions, o MY BOYFRIEND BUYS ME EVERYTHING, de Piscataway TV. Lo que
ha convertido, sin embargo, a MICAELA en un rostro conocido para los
espectadores norteamericanos ha sido su colaboración en uno de los
programas que lideran la burbujeante parrilla catódica de ese país, LATE
NIGHT WITH DAVID LETTERMAN. Y fuera ya de las pantallas, dos montajes se
destacan entre sus créditos teatrales, A MIDSUMMER NIGHT’S DREAM, bajo
la dirección de JONAS JURASAS, donde interpretó a Hernia; y FROM THE
LANDS OF FIRE AND ICE, en versión del director JOE HAET presentada en el
Festival de Edimburgo y donde encabezaba el reparto.
Hay algo en este filme, bellamente escrito y profundamente coherente con
la trayectoria anterior de su creador, Fernando León de Aranoa, que lo
diferencia de Familia, de Barrio, de Los lunes al sol y que permite
apreciar en lo que vale el riesgo que asume el director en la que es
también su primera película como productor. Ese algo es, ni más ni
menos, el proponer una ficción que se sostiene sólo con unos pocos hilos
argumentales (una relación de a dos, la que establecen una prostituta
española, Candela Peña, y otra extranjera, Micaela Nevárez; una
peluquería en la que recalan, de cuando en cuando, las putas de un
barrio cualquiera de Madrid; una familia, la de Peña, preñada de esos
silencios y esas angustiosas oquedades que tan bien conocen los
espectadores del cine anterior de León). Y nada más. No hay aquí espacio
para la pequeña heroicidad, como en Los lunes..., ni para el retrato
sociológico, como en Barrio; ni siquiera elementos de suspenso que
mantengan la atención del espectador. Y sin embargo, la (poca) acción de
Princesas se asienta sobre bases no menos sólidas. En primer lugar, en
unos diálogos cargados de sentido y, a ratos, recorridos por un extraño
hálito de belleza. Luego, en la forma en que se va trazando la relación
entre las dos protagonistas, que va subiendo peldaños, pasito a pasito,
de secuencia en secuencia, hasta un final no por esperado menos rotundo
y satisfactorio. Y en tercer lugar, también por elementos estilísticos
inéditos en nuestro hombre, por ejemplo, una cámara muy ágil, que se
mueve en los límites de la luz y que dota a la escena de una cualidad de
realismo superior incluso al de las anteriores películas de León de
Aranoa.
Todo ello al servicio, y es una opción que hay que aceptar y entrar en
ella, o de lo contrario se queda uno limpiamente en fuera de juego, de
una historia personal, en la que tal vez lo de menos es que sus
protagonistas sean putas, y lo de más, que sepan superar los límites
impuestos por un oficio siniestro y por unas condiciones sociales y
legales rígidas y predeterminadas.
Habrá quien le reproche al director que no profundice más en el entorno
de la prostitución, o que se pronuncie sobre algunos aspectos anexos a
ella que son los que un debate público sobre el tema pretendería
(legalización sí o no, por ejemplo). Pero no es ésta la intención de
León: mucho más humilde, se limita a proponer una historia en la que lo
que importa es el factor humano, los deseos truncos (esa "nostalgia de
futuro" de la que habla Peña), la dureza del día a día. Esta opción
resta discurso social, es cierto, pero no desmerece ni un ápice el fondo
de la historia, ese cariño que crece en el infortunio, esa relación que
se ahonda en la desgracia, pero sin caer nunca en llantos fáciles ni en
tremendismos al uso: el equilibrio que obtiene León de Aranoa entre
emoción y descripción de personajes es, de lejos, el mayor patrimonio de
un filme que se beneficia de otros muchos valores: de un trabajo
sobresaliente de sus intérpretes (y en especial de Peña: es su mejor
interpretación en 10 apretados años de una carrera muy autoexigente), de
una factura impecable, de un guión primoroso, de unos diálogos que
parecen escritos desde el alma. M TORREIRO – EL PAIS
Título
Original: PRINCESAS – Año:2005 – Origen: España – Duración:105
minutos.
Una Producción REPOSADO – MEDIAPRO
Dirección y Guión: FERNANDO LEÓN DE ARANOA
Productores: FERNANDO LEÓN DE ARANOA, JAUME ROURES
Fotografía: RAMIRO CIVITA
Dirección artística: LLORENÇ MIQUEL
Vestuario: BINA DAIGELER
Maquillaje: CARLOS HERNÁNDEZ
Peinados: MANOLO GARCÍA
Montaje: NACHO RUIZ CAPILLAS
Música: ALFONSO DE VILALLONGA, MANU CHAO
Sonido: MIGUEL REJAS y POLO ALEDO
Línea de producción: MARINA ORTIZ
Productores Ejecutivos: CARLOS DE MUNS, PATRICIA DE MUNS, SERGIO
AGUERO y JAVIER MÉNDEZ -
ELENCO
CANDELA PEÑA (Caye)
MICAELA NEVÁREZ (Zulema)
MARIANA CORDERO (Pilar)
LIUM BARRERA (Gloria)
VIOLETA PÉREZ (Caren)
MÓNICA VAN CAMPEN (Angela)
FLORA ÁLVAREZ (Rosa)
MARÍA BALLESTEROS (Blanca)
ALEJANDRA LORENTE (Mamen)
LUIS CALLEJO (Manuel)
ANTONIO DURÁN “MORRIS” ( Funcionario)
PERE ARQUILLUÉ (Carlos)
PEPA ANIORTE (Alicia)
ALBERTO FERREIRO (Voluntario)
ENRIQUE VILLÉN (Dueño bar)
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