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Sinopsis
Inspirada en hechos reales.
Buenos Aires, 1912. Una serie de brutales asesinatos a menores se
propaga por la ciudad. Un niño de 10 años (Juan Ciancio), esconde un
secreto: a veces su mente le conduce a un
oscuro lugar de la memoria en donde es testigo de los asesinatos. Al
descubrirse su secreto muchos creerán que es el asesino. Estela, su
madre (Maribel Verdú), con el apoyo del forense de la policía, el Dr.
Soria (Chete Lera), tratan de encontrar una explicación racional a las
visiones y así minar el
escepticismo del Comisario Petrie (Daniel Freire).
Pero los asesinatos siguen ocurriendo….Y el caos termina por adueñarse
de la situación.
Elenco
MARIBEL VERDÚ (El Laberinto del Fauno, Y tu mamá también, La Buena
Estrella)
DANIEL FREIRE (Mir, Lucía y el Sexo)
CHETE LERA (Abre los Ojos, Smoking Room)
JUAN CIANCIO (En su presentación)
CÉSAR BORDÓN (Cautiva, Rosarigasinos, Ojos que no ven)
ABEL AYALA (Maradona, Grité una noche, El Polaquito)
ROLY SERANO (No sos vos, soy yo; El Polaquito, Nueve Reinas)
OSCAR ALEGRE (Buena Vida Delivery, La Fuga, Diarios de Motocicleta)
SERGIO BORIS (Whisky, Romeo, Zulú; El Abrazo Partido, Diarios de
Motocicleta)
El Director
Jorge Algora realiza su primera pieza audiovisual en 1984 y hasta hoy ha
trabajado ininterrumpidamente en la dirección y realización de programas
de televisión, documentales y
mucha publicidad. Aunque nace y comienza a desarrollar su actividad en
Madrid, se traslada afectiva y laboralmente a Galicia en 1986, donde
realiza la mayoría de su producción.
En los últimos años ha dirigido los documentales “Emigrantes en tierra
de emigrantes”, “Tierra de náufragos”, “Camino de Santiago, el Origen” y
la serie documental de 104 capítulos “Galicia Visual”.
En 2005 estrenó su primer largometraje para televisión “Mintiendo a la
vida” (Televisión de Galicia, Televisión de Cataluña y Televisión
Valenciana).
En 2007, estrenó su primer largometraje de ficción “El niño de barro”,
film rodado íntegramente en Argentina.
Es socio de la empresa Adivina Producciones, miembro del comité
estratégico del Cluster Audiovisual de Galicia y pertenece a la
Asociación de Directores y Realizadores.
Carta del Director
Lo primero que me interesó de “El Niño de Barro”, fue el personaje en el
que se inspira el guión:
Cayetano Santos Godino, “El Petiso Orejudo”. Un demente que comenzó sus
ataques a los diez años, mató por simple placer a cinco niños y lo
intentó con otros siete. Fue detenido a los
dieciséis y la historia lo ha convertido en leyenda.
Apoyándome en la idea de que los agresores se apoderan de la vida de sus
víctimas, el protagonista de mi película no es Cayetano, sino “El niño
de barro”, uno de los menores a los
que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó “conectado” con él.
Este planteamiento me permite crear un espacio, “las pesadillas”, que
utilizo para no tener que mostrar las escenas más duras de agresión a
los menores… Los sonidos nos hacen imaginar el resto.
Los habitantes de “El niño de barro” están indefensos ante la
desigualdad y la injusticia. En su mundo es creíble la aparición de
monstruos que actúan a sus anchas con total impunidad.
Ninguna luz señala el final del túnel.
He buscado la tensión, la angustia y la sorpresa. Sumergir al espectador
en una atmósfera desasosegante, en la que se recorten los empeños
inútiles de los protagonistas y la impotencia adquiera el más elocuente
de los significados.
Mi preocupación por los niños víctimas, torturados, utilizados
sexualmente… los convierte en el motivo principal de la película.
Cuento algo que ocurrió en Buenos Aires en 1912 pero las noticias, que
hoy llenan las páginas de los diarios, en cualquier lugar del mundo, nos
demuestran que los motivos para las
pesadillas, siguen estando ahí.
Jorge Algora
Director de “El niño de barro”
IR A ENTREVISTA CON EL DIRECTOR
De cómo Juan Ciancio se convirtió en El Niño de Barro
Viernes, primera semana de rodaje.
Es de noche y está preparado el efecto de lluvia. Nos encontramos en una
de las calles de San Antonio de Areco, rodando una de las secuencias más
duras e impresionantes de “El niño de barro”. Todo el equipo guarda
silencio, parapetado en el interior de los camiones o en las carpas
montadas para protegernos de la lluvia y el frío.
Juan Ciancio, mi protagonista de 11 años, aparece acompañado
por el equipo de vestuario y maquillaje. Viste con uno de esos pijamas
enteros de época, como los del Western. Cecilia
Monti, la Jefa de Vestuario, me dice que para conseguir el aspecto que
necesito, el niño se deberá revolcar en los charcos de la calle; doy el
visto bueno con la preocupación de saber lo
desagradable que le va a resultar al chaval, a pesar del neopreno
térmico que lleva por debajo.
Le transmiten la orden y Juan, sin dudarlo ni un segundo, comienza a
revolcarse por el suelo, como si se tratara de un juego en un parque
temático. De pronto se levanta y me grita, con las manos arriba:
¡Jorge! ¡Acá tenés a tu “niño de barro”!
Walter Rippel, mi director de casting argentino, era el encargado de
encontrar al protagonista.
Tenía que ser un niño, que respondiera a estos planteamientos previos:
El Niño de Barro
Argentino, moreno, delgado, bajito y de aspecto frágil.
Debe expresarse con timidez pero también tiene que ser capaz de tener
arrebatos que demuestren un carácter fuerte.
El espectador ha de identificarse con él, pero también debe haber algo
en él que nos resulte inquietante.
Necesito que sea creíble como niño que vive en un barrio obrero, que
sobrevive en la calle y que no lo tiene fácil.
Walter chequeó, con este perfil, a unos 150 niños, principalmente
actores, pero como no llegaban a encajar, amplió la búsqueda a otros 500
pidiendo que tuvieran, al menos, alguna experiencia de teatro escolar.
Sobre ellos hicimos una selección de 10, con los que quise trabajar
personalmente. Entre ellos había niños con más de 7 películas y con gran
solvencia interpretativa.
Tras las primeras sesiones de trabajo, nuestros ojos se dirigieron a
Juan Ciancio. A Juan, de tan sólo once años, le avala una interesante
experiencia teatral desarrollada junto al grupo de teatro vecinal
"Catalinas Sur" del barrio de La Boca. El cortometraje "La familia de
Roque" fue su primer contacto con el cine.
Sin embargo, todavía algo no me acababa de cerrar. Pedí un nuevo
encuentro y hablamos. Le hice ver lo importante que era para mí esta
película y le dije que, si finalmente resultaba
elegido, estaría totalmente en sus manos. Le expliqué el nivel de verdad
que necesitaba, todo el tiempo que íbamos a pasar juntos y que creía en
él. Traté de indicarle los aspectos en los que dudaba y los
recursos expresivos que necesitaba encontrar. Quedamos emplazados para
tres días más tarde e increíblemente, Juan, había encajado cada uno de
los matices que le había propuesto. Exhibía ahora una capacidad
interpretativa comprometida y crítica, que además, fue
capaz de mantener hasta el último día de rodaje.
El pasado mes de diciembre nos volvimos a encontrar y vimos juntos la
película, al terminar, Andrea, su madre, lloraba y Juan me dijo, con ese
convencimiento suyo de niño que trata de
parecer maduro, “Está muy bien, mereció la pena trabajar juntos”.
Mientras se alejaba por el pasillo del hotel, me quedé pensando en sus
palabras, los dos habíamos cumplido nuestra parte del trato y eso era lo
verdaderamente importante.
Inspirada en hechos reales...
El Petiso Orejudo: primer asesino serial argentino
Comenzó a matar siendo un adolescente. Sus víctimas eran niños
indefensos. El de Cayetano Santos Godino es uno de los casos más
escalofriantes de los que se registran en las crónicas policiales.
Un día de 1906, el empleado municipal Fiore Godino entró en la comisaría
décima, en la calle Urquiza 550, y a gritos clamó ayuda para controlar a
su propio hijo, Cayetano Santos Godino, de sólo 9 años:
–¡Señor comisario, yo no puedo con él! Es imposible dominarlo. Rompe a
pedradas los vidrios de los vecinos, les pega a los chicos del barrio… Y
si lo encierro en casa es peor. Se pone como loco. El otro día encontré
una caja de zapatos. Había matado a los canarios del patio, les había
arrancado los ojos y las plumas y me los dejó en la caja, al lado de mi
cama…
El comisario fue a buscar a Cayetano al conventillo de la calle 24 de
Noviembre 623, donde vivían entonces los Godino, y se lo envió al juez.
Tras una reprimenda, fue devuelto a sus
padres. Como no mejoraba, en 1908 lo encerraron en un reformatorio de
Marcos Paz. Pasó allí tres años, pero no sirvió de nada.
Cayetano Santos Godino comenzó a matar y a quemar en una escalada
criminal como la ciudad jamás había visto. Cayetano Santos Godino, quedó
en la historia criminal argentina –y en la
mitología negra de Buenos Aires– como "El Petiso Orejudo".
Fiore Godino y Lucía Ruffo, dos campesinos sardos, habían llegado en
1884 a Buenos Aires.
Eran analfabetos y huían de la pobreza, pero también de una tragedia
personal: el hijo primogénito, también Cayetano, había muerto de una
afección cardiaca a los diez meses de
edad. Después, los Godino tuvieron una hija, Josefa, con la que
emprendieron la travesía, y en Buenos Aires les nacieron nueve hijos
más. Al último, que vio la luz en 1896 en el conventillo de
Deán Funes 1158, lo bautizaron Cayetano, como al muertito.
La vida de los Godino no fue fácil; no sólo porque Ámérica ya estaba
hecha, sino por las desventuras de Fiore. El padre de Cayetano era
sifilítico y alcohólico, aunque se las arreglaba
para ir tirando, hasta que finalmente consiguió un trabajo de farolero
(encendía el fuego en los faroles del alumbrado). Cayetano era un chico
frágil: enfermó de enteritis a los pocos años y creció raquítico. Peor
les fue a algunos de sus hermanos, como Antonio, que era epiléptico.
Cuando Fiore llegaba a casa –las dos piezas del conventillo donde la
familia habitaba– le propinaba feroces palizas a Lucía y a sus hijos.
Cayetano fue a varias escuelas, pero duraba
poco: lo expulsaron seis veces y nadie le enseñó a leer. Cuando fue
revisado por los médicos, éstos contaron 27 cicatrices en la cabeza
provocadas por las palizas del padre y de su hermano Antonio.
A los siete años, Cayetano era tan bajo y menudo que parecía de cuatro.
Lo llamaban "El Oreja" o "El Petiso Orejudo" porque sus apéndices
auditivos eran grandes y apantallados. A los 8
cometió su primera fechoría. Tomó de la mano a un niño de 21 meses y lo
llevó a un baldío donde comenzó a pegarle en la cabeza con una piedra.
Al pequeño Miguel de Paoli lo salvó el
vigilante de la esquina, que llevó al agresor a la comisaría. El padre
tuvo que ir a buscarlo y todo quedó como una pelea de chicos. ¿Quién
podía pensar que con ese incidente comenzaba su carrera el mayor asesino
serial y pirómano nunca conocido en el sur de América?
No se sabe qué sucedió durante los tres años que Cayetano pasó en la
colonia penal de Marcos Paz, salvo que varias veces intentó fugarse.
Pero a fines de 1911 mandaron a Cayetano a casa para que pasara la
Navidad en familia.
La niña en llamas
Al año siguiente, 1912, iba a ser un año lleno de acontecimientos, en la
Argentina y en el mundo. Se hundió el Titanic en el Atlántico norte y en
algunos cabarets de Buenos Aires comenzó a actuar un dúo de tangueros:
el cantor Carlos Gardel y su guitarrista José Razzano.
Pero para muchos porteños aquel 1912 quedó en la memoria como un año
atroz, porque fue cuando un fantasma recorrió Buenos Aires dejando una
huella de sangre…
El
25 de enero de 1912 se encontró, en una casa vacía de Pavón 1541, el
cadáver de Arturo Laurora, de 13 años, golpeado y estrangulado.
A las seis de la tarde del 7 de marzo de 1912, una niña de 5
años llamada Reina Bonita Vainicoff, hija de inmigrantes judíos que
vivían en la avenida Entre Ríos 522, miraba la vidriera
de una zapatería. De pronto, sin que nadie atinara a darse cuenta cómo,
el vestido blanco de Reina Bonita, lleno de volados y puntillas, comenzó
a arder. Alguien le había tirado un fósforo. A pesar de los gritos
desgarradores de la niña en llamas, y de que un policía se tiró sobre
ella para apagar el fuego con el cuerpo, no pudo ser salvada. Reina
Bonita, con quemaduras múltiples, murió 16 días más tarde. La tragedia
se ensañó con la familia Vainicoff: el abuelo, al ver que su nieta
ardía, cruzó la avenida Entre Ríos sin mirar y lo mató un auto.
Pero todo se iba a precipitar el día de la tragedia, el martes 3 de
diciembre de 1912.
Un chico llamado
Jesualdo
Pocos lugares habría más tranquilos que aquella cuadra de la calle
Progreso (hoy Pedro Echagüe) entre Jujuy y Catamarca. Esa mañana, la
señora María Giordano abrió la puerta de la
calle y miró al cielo. Estaba nublado y bochornoso, pero no parecía que
fuera a llover.
Dirigiéndose a su hijo Jesualdo, un gordito de tres años y medio que
llevaba una pelota colorada bajo el brazo, le recomendó:
–Quedate jugando en la vereda, Jesualdito, pero no crucés.
Fue lo último que le dijo. Cuando volvió a verlo, su hijo estaba muerto.
La tarde del 3 de diciembre, Jesualdo fue encontrado en un basural
conocido como la quinta Moreno, donde
funcionaba antes el horno de ladrillos de la fábrica La Americana. Lo
habían estrangulado con trece vueltas de un piolín que se le hundió en
el cuello. Como no terminaba de morir, el homicida le perforó la sien
derecha con un clavo de cuatro pulgadas, al que golpeó con una piedra
hasta que la punta salió por el otro parietal. Luego tapó el cuerpito
con chapas de zinc y se fue tranquilamente a su casa.
El horroroso crimen de Jesualdo Giordano hizo explotar a la ciudad. El
conventillo de Progreso 2585, en el que vivían los Giordano, se colmó de
vecinos indignados. Según la crónica del diario La Prensa, la policía
sabía perfectamente quién era el asesino: sospechaban hacía tiempo de
Godino, aunque no tenían pruebas. Quizá no se animaban a proclamar que
un niño fuese el culpable de esos crímenes que la opinión pública
adjudicaba a siniestras organizaciones criminales como la Mano Negra,
dedicadas a secuestrar chicos.
"El Oreja", con inconsciencia, parecía provocar al mundo.
Durante la reconstrucción del crimen de Jesualdo, Godino fue visto entre
el gentío que llenaba la quinta Moreno. También fue al velorio, y hasta
algunos dijeron que se mostró compungido al acercarse al féretro blanco
y tocar la cabecita con mano trémula. Se sabe que compró un ejemplar del
diario y se hizo leer la crónica de los hechos (era analfabeto). Luego
recortó la noticia y se la guardó.
Los vecinos que declararon ante la policía coincidieron: poco antes del
hecho, habían visto pasar al pequeño Jesualdo de la mano con Godino. "El
Oreja" fue detenido la noche del 5 de
diciembre. Los diarios revelaron los detalles de la confesión del
"Petiso", que habló durante varias horas.
Los gatitos muertos
En 1933, José María Soiza Reilly, periodista y escritor muy popular,
entrevistó a Cayetano Santos Godino en la celda que ocupaba, la número
90. Por esa entrevista, publicada en la
revista Caras y Caretas, el público se enteró de que Godino había matado
a dos gatitos que eran las mascotas de los presos, y que por ello le
habían propinado una feroz paliza. También contaba que en una de las
primeras operaciones de cirugía estética que se habían hecho en el país
le habían achatado las orejas, esas orejas aladas que según algunos eran
la causa de su maldad. La operación fue auspiciada por el gobierno, que
envió un equipo médico y un fotógrafo a Ushuaia.
Cayetano Santos Godino nunca recuperó su libertad. Según el certificado
de defunción, "El Petiso Orejudo" falleció el 15 de noviembre de 1944
por una hemorragia interna causada por
gastritis avanzada. ¿Murió de una paliza que le propinaron los presos?
Cuenta la leyenda que, cuando el penal fue clausurado, en 1947, los
huesos de nuestro primer asesino serial no
pudieron ser hallados en el camposanto del lugar. En cambio, la esposa
del último director tenía un pisapapeles con el fémur de Cayetano Santos
Godino.
Pequeñas Mentes Perversas
En Inglaterra, la sociedad británica es todavía incapaz de comprender
que fue lo que movió a John Venables y Robert Thompson de tan sólo 10
años a matar al pequeño James Bugler, un bebé de 2 años que se
encontraba jugando en un centro comercial la mañana del 12 de febrero de
1993.
Cuando Thompson y Venables le tendieron la mano al niño, James curioso y
de naturaleza jovial (extrovertida), no se lo pensó dos veces. Su madre
al percatarse de la desaparición del pequeño, dio la voz de alarma de
inmediato, pero ya era tarde… James se había alejado de la mano de sus
asesinos por una salida secundaria, como más tarde mostrarían unas
cámaras de circuito cerrado.
Fue el comienzo de una larga agonía. Cuando llegaron a la vía del tren
del paraje de Walton, Thompson y Venables no mostraron piedad alguna.
Primero le arrojaron ladrillos al pequeño, luego lo golpearon repetidas
veces con una barra de metal. Thompson le dio una patada tan fuerte en
la cara que le dejo la huella marcada en la piel. Finalmente le bajaron
los pantalones, le quitaron los pañales y lo torturaron con baterías
eléctricas. El cadáver del bebé fue hallado cuatro días después: un tren
lo había cortado en dos.
El 75% de los asesinos en serie se encuentra en EEUU
En Europa: Francia, Italia y Alemania aglutinan el 68% de los asesinatos
en serie del continente
El 90% son hombres
El 86% son heterosexuales
El 44% inicia sus asesinatos entre los 20 y los 30 años, el 26% se
inicia en la adolescencia y el 24% a partir de los 30.
Se dan igualmente una serie de requisitos:
Deben asesinar entre 3 y 5 víctimas.
Reflejan sadismo en los asesinatos para dejar constancia de su
superioridad.
No suelen tener ninguna relación con sus víctimas.
El motivo que les lleva a matar es psicológico, no real.
Suelen escoger víctimas vulnerables.
La mayoría de los estudios psicológicos son incapaces de hallar
respuesta a estos comportamientos, justificándolos como seres incapaces
de distinguir entre el bien y el mal de
sus actos e incapaces también de sentir algún tipo de dolor ajeno,
compasión o simpatía por sus víctimas.
80 años más tarde se muestra una vez más, que la violencia, la
agresividad, el miedo, la curiosidad, e incluso el morbo, son una
condición humana que ni se crea ni se destruye, sino que se
transforma y se adapta a los tiempos de múltiples formas."
Referencias
Cinematográficas
Los niños gozan normalmente en la Gran Pantalla de una concepción
victimista y cándida que se torna ingenua en aquellos filmes de terror
que optan por invertir las reglas del juego al plantear un entramado
donde los niños, de apariencia inocente y dulce, se convierten en seres
malignos, temibles y peligrosos de ascendencia monstruosa o psicopática.
Hay muchas películas que utilizan, como elemento seductor, la figura del
asesino en serie, pero muchas menos si es un niño el verdugo y me
atrevería a decir que ninguna si las víctimas son
niños y los hechos responden a hechos reales. En este género de
perversos querubines nos vamos a encontrar con babys mutantes
desorientados, aspirantes a psychokiller, neo-especies que buscan un
lugar en un mundo que no los comprende pero los teme, niños poseídos por
el diablo o bebés con irrefrenables deseos de sangre… son los niños
malvados que se han hechocon un palco preferente en el Género de Terror.
Pero “El niño de barro” va más allá, ya que la realidad, en este caso
como en tantos otros, desgraciadamente supera la ficción y el Petiso
Orejudo realmente existió.
Por este motivo buscar referentes resulta más complicado, pero como hoy
en día ya casi todo está inventado, varios directores se han hecho eco
de la maldad de los inocentes. En esta línea nos topamos con la película
“¿Quién puede matar a un niño?”, basada en la novela “El juego” de Juan
José Plans, que narra la historia de dos turistas anglosajones que
viajan a una isla pequeña y desocupada buscando tranquilidad. Así se
encontrarán con un pueblo prácticamente deshabitado que parece sólo
tener lugar para los juegos de ociosos niños. Pero los protagonistas
descubrirán, poco a poco, la verdadera naturaleza de la isla y el
peligro, terrible, que deparan sus jóvenes habitantes.
Esta película constituye una obra de inspiración sobresaliente, bebedora
del Cine del Hitchcock; una película macabra y espeluznante
protagonizada por niños asesinos que planean y ejecutan una venganza
contra el mundo de los mayores para lograr su exterminio.
El film, de Narciso Ibáñez Serrador, nos trae a la memoria aquellos
filmes en los que los niños, disfrazados de imberbe inocencia (como El
Petiso), se revelarán como ávidos asesinos, que no dudan en esgrimir una
pose violenta y sádica para hacer realidad los propósitos insanos que
sus mentes maquinan.
En “El Pueblo de los Malditos” los niños nuevamente protagonistas, idean
de forma colectiva asentar una colonia que les permita hacerse un hueco
como raza destructiva e inmisericorde en el nuevo planeta que los acoge.
En el excelente remake de Carpenter, los niños formarán un
grupo peligroso y dominante, con un comportamiento destructivo, que no
dudará en torturar o matar a cualquiera que se interponga en su camino,
así se trate de sus propios padres.
“Los chicos del maíz” es una producción de serie B que versa acerca de
una pareja de turistas perdidos en mitad de Nebraska, que se topan con
un pueblo desposeído de adultos por culpa de una comuna de adolescentes
aficionados a los juegos sectarios y a los asesinatos rituales.
Pero no todos los niños del cine de terror necesitan sentir el respaldo
de un grupo para llevar a cabo sus crueles fechorías. A veces, un único
sujeto es suficiente para sembrar de inquietud y desasosiego toda una
comunidad. En “Mala semilla” de Mervin Leroy, Rhoda es una niña de unos
ocho años, planificadora y destructiva, cuya madre sospecha que es la
responsable de varios delitos, incluido un asesinato, ocurridos en el
entorno de la pequeña. La ascendencia criminal, heredada, parece
conducirla irremisiblemente hacia el mal, y la niña no hace nada para
cambiar ese rumbo en esta cinta que parte de una premisa sugerente, ¿el
mal nace o se hace? 16
La influencia del padre, es muchas veces un elemento recurrente. En el
film de Mario Bava, “Shock", se narra la historia del pequeño Marco, de
siete años, y su madre, recién enviudada, que trata de rehacer su vida
con su nuevo esposo. Al volver a su antigua casa, el niño se muestra
cada vez más convencido de que su madre es la responsable de la muerte
de su progenitor y cometerá una serie de actos que acabarán propiciando
la locura de su madre. La mala relación entre Marco y su nuevo padre, y
la influencia sugestiva del recuerdo de su progenitor, marcará el futuro
de una familia a la que no le gustan los intrusos.
En “El ángel malvado”, Macauley Culkin interpreta al personaje infantil
Henry Evans, un niño de comportamiento ejemplar de cara a la galería
que, sin embargo, oculta una conducta
maquiavélica que su primo Mark, recién trasladado a su casa, no tardará
en constatar. Sin embargo, la actuación de este pequeño aspirante a
psychokiller, es solapada por una apariencia cálida y afectuosa que nos
recuerda a Cayetano cuando rechaza robar o coge de la mano dulcemente a
sus víctimas.
Y en el espantoso silencio de la casa, mientras seguía sentado en la
cama, impotente, con el rostro oculto entre las manos, oyó la risa
aguda, dulce, maligna de un niño...
Datos
técnicos
Grabada en HD, ampliada a 35mm
Formato de Proyección 1:1.85
Sonido Dolby Digital
Metraje: 2918m
Año de producción: 2006
Duración: 1h 43 min
Países coproductores: Argentina, España
Una Producción de Adivina Producciones – Iroko Films – Castelao
Producciones –Pol-ka
Producciones – Patagonik – Televisión de Galicia
Con el apoyo de: INCAA – ICAA – Xunta de Galicia – Institut Catalá
de les Industries Culturals –
ICO – ICF – Ibermedia – Programa Raíces – Instituto Audiovisual de
Galicia
Distribuida en Argentina por Buena Vista International
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