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SELECCIÓN OFICIAL
FESTIVAL DE CANNES
PREMIO EUROPEAN FILM AWARDS MEJOR ACTRIZ CHARLOTTE RAMPLING
Con LA PISCINA, el realizador FRANÇOIS OZON, uno de los más audaces e
innovadores directores europeos de la actualidad, vuelve a reunirse con sus
dos actrices favoritas, CHARLOTTE RAMPLING, con quien ya había contado en su
film anterior, BAJO LA ARENA, y LUDIVINE SAGNIER, vista en sus anteriores 8
MUJERES y WATER DROPS ON BURNING ROCKS. Deliciosamente refinada, atrapante y
sensual, LA PISCINA es la primera película realizada por FRANÇOIS OZON en
idioma inglés, y en ella vuelve a ensayar brillantemente su peculiar manera
de entender la intriga, el suspenso y el drama, redoblando la apuesta que
formulara en BAJO LA ARENA.
“A través de un misterio sofisticado e imprevisible que envuelve a una
rígida escritora de novelas de suspenso, cuya energía creativa es
sorpresivamente estimulada por un encuentro fortuito con una mujer que es
radicalmente diferente a ella, LA PISCINA se despliega inteligentemente a
mitad de camino entre la sobria profundidad de BAJO LA ARENA y la oscura
crueldad y los gráciles artificios que sobrevuelan el resto de la
filmografìa de OZON. El realizador ha sabido amalgamar una fábula fascinante
sobre los límites difusos entre la realidad, la ficción y la imaginación,
propulsada por notables actuaciones de CHARLOTTE RAMPLING y LUDIVINE SAGNIER”
(...) “ Apoyados en las ambigüedades que se acumulan en el tramo final del
relato, hasta el sorprendente desenlace, OZON y su co-guionista EMMANUELE
BERNHEIM enhebran una singular e interesante reflexión sobre el proceso
creativo, en una operación que, por la propia índole de su arquitectura,
deja ciertos elementos librados a la interpretación del espectador. La carga
dramática del relato también funciona como un estudio sobre los opuestos,
sobre cómo cada término de una contradictoria relación necesita del otro, un
intercambio del que parece clara metáfora el agua de la piscina que da
título al film, sucia y casi estancada al comienzo, prístina al final”
(...)” Una vez más empeñado en ensayar cambios radicales de estilo y de tono
de un film a otro, OZON logra con LA PISCINA un film sobrio, clásico, con un
tempo y un clima deliberadamente controlados y equilibrados, después de la
artificiosidad camp de 8 MUJERES”- Variety
Sarah Morton (CHARLOTTE RAMPLING), célebre autora de novelas policiacas,
está deprimida, cansada y absolutamente falta de ideas. No muy convencida,
decide aceptar la invitación de su editor, John Bosload ( CHARLES DANCE ) ,
quien le presta su casa en la campiña francesa para que ella pase allí una
temporada. Así es como Sarah abandona Londres y sale hacia Francia, rumbo a
la hermosa casa de campo que la aguarda en el Luberon.
En esa paz, bajo el sol, y en medio de la belleza de este solitario lugar,
Sarah se siente bien y se pone a escribir, organizando sus días con rituales
prefijados en función de la redacción de su nueva novela.
Una noche, esa paz se rompe con la llegada, no prevista en el programa, de
Julie ( LUDIVINE SAGNIER), la hija francesa del editor. Esta interrupción
contraría enormemente a la novelista en su proyecto, dado que el ritmo y
estilo de vida desenfrenado de la joven , indolente y promiscuamente
exhibicionista en lo sexual, choca con el suyo, austero y ascético.
Pero poco a poco, tras haber sido inicialmente un elemento perturbador, la
joven se muestra a sus ojos sugestiva, misteriosa y atractiva,
convirtiéndose en la principal fuente de inspiración de la nueva novela de
Sarah. A la vez, las tensiones entre ambas no cesan del todo, y se
manifiestan en una sucesión de extraños acontecimientos, en los cuales la
trama que está escribiendo Sarah y un hipotético asesinato real parecen
mezclarse peligrosamente.
FRANÇOIS OZON escribió el guión original de LA PISCINA en colaboración con
la novelista y escritora francesa EMMANUELE BERNHEIM, con quien ya había
trabajado en BAJO LA ARENA. FRANÇOIS OZON ha contado otra vez para LA
PISCINA con la producción de MARC MISSONNIER y OLIVIER DELBOSC. Con LA
PISCINA, FRANÇOIS OZON sigue la línea exitosa de sus films anteriores, como
BAJO LA ARENA y OCHO MUJERES, una de las películas más taquilleras de
Francia en el año 2002. Anteriormente, ya había llamado la atención
internacional por sus películas WATER DROPS ON BURNING ROCKS, CRIMINAL
LOVERS, SITCOM, su mediometraje SEE THE SEA y varios cortometrajes
laureados. El realizador nació en París y se graduó en la Escuela Nacional
de Cinematografía de Francia ( FEMIS ). El elenco de LA PISCINA se completa
con el excelente actor británico CHARLES DANCE ( PLENTY, ALIEN III, GOSFORD
PARK, MICHAEL COLLINS, SOLO PARA TUS OJOS), junto a MARC FAYOLLE como Marcel
y JEAN-MARIE LAMOUR como Frank. El film tiene fotografía de YORICK LE SAUX,
vestuario de PASCALINE CHAVANNE, música de PHILIPPE ROMBI, Montaje de MONICA
COLEMAN y Diseño de Producción de WOUTER ZOON
En el año 2003 LA PISCINA fue una de las películas francesas que mejores
resultados en taquilla obtuviera fuera de Francia, con un total acumulado de
recaudación de 10 millones de euros. En Estados Unidos también obtuvo
excelentes resultados, con casi 6 millones de dólares en dos meses.La
recaudación acumulada en ese país desde el estreno rebasa los 10 millones de
dòlares. También ha contado con numeroso público (450.000 espectadores a
finales de septiembre de 2003 ) en Alemania donde fue estrenada con 119
copias el 14 de agosto de ese año. En Inglaterra tras su estreno el 22 de
agosto de 2003 con 38 copias, ha recaudado ya más de 2 millones de euros
LA PISCINA – Una crítica
“La sorprendí mirándome la zona del bolsillo del pantalón”, dice el
detective privado que Interpreta Robert Mitchum en “Adios,Muñeca” (1975)refirièndose
al personaje de femme fatale de Charlotte Rampling. Uno no sabe qué quiere
decir, pero se da cuenta exactamente a qué se refiere. Rampling siempre ha
tenido el aura de esas mujeres que saben esas cosas que a uno le gustaría
hacer y sobre las que no ha llegado siquiera a pensar todavía. Tuvo roles de
notoria audacia sexual cuando su carrera era todavía incipiente, como en
“Portero de noche” (1974), y ahora, en LA PISCINA, un nuevo “thiller”
sensual y engañoso, la vemos fascinada con una joven depredadora.
Rampling es
Sarah Morton, una escritora británica de novelas de misterio situadas entre
P.D.James y Ruth Rendell. Está cansada, llena de dudas, y su editor le
ofrece prestarle una casa que tiene en Francia para que se tome vacaciones.
Ella llega a la casa y enseguida se siente a gusto, va de compras al pueblo,
descubre que puede volver a escribir con nuevos bríos. Y está sola, salvo
por la ocasional presencia de un taciturno jardinero, que vive en las
cercanías con su hija, una extraña mujer enana que parece más vieja que él.
De repente, llega un huésped inesperado: Julie ( Ludivine Sagnier ), la hija
del editor, de quien éste nunca le ha contado nada. Sarah está atónita.
Siente que han violado su privacidad, y su sentido del decoro. Julie es casi
obscena en el modo en que expresa su autoafirmación y su sexualidad, hace
topless en la piscina de la casa, y trae hombres para acostarse con ellos;
hombres que no tienen nada en común, salvo el deseo de Julie de invitarlos a
retozar con ella. En Sarah hay sorpresa, interrogantes, desaprobación,
curiosidad. Desde el balcón de su habitación escudriña lo que pasa allá
abajo, espiando a la joven a quien lo que Sarah opina le es aparentemente
indiferente. Sarah llega incluso a hojearle subrepticiamente el diario
íntimo.
En el restaurante del pueblo hay un camarero, Franck, con quien Sarah ha
conversado más de una vez, y que no advierte que en Sarah la sexualidad
todavía es un llamado. A la vez, se convierte en una de las conquistas de
Julie, quizás porque ésta advierte el interés de Sarah por él. Este es el
momento en el que el film toma un giro rumbo a la violencia, a la culpa, al
miedo, al engaño y a la simulación, levando al espectador consigo. Podría
decirse que François Ozon entiende lo mismo que entendía Hitchcock; que un
mal paso puede ser minúsculo, que un pequeño error persiste en su anomalía y
crece hasta convertirse en una aterradora pesadilla paranoica. Y que no hay
nada más peligroso que tratar de ocultar ese crimen que clama
silenciosamente por salir a la luz.
En uno de los momentos culminantes del film se percibe más que en ningun
otro la fría audacia de la que hace gala el personaje de Rampling. El
jardinero está a punto de meter las narices donde no debe, y lo que ella
hace para sorprenderlo y distraerlo no se debe revelar aquí, pero ¡qué gran
momento, y qué audacia también por parte de la misma Rampling!
Ozon es un director que se especializa en films donde lo ausente es más
perturbador que lo presente. Rampling es también la estrella de “ Bajo la
arena” (2000), donde una mujer simplemente se rehúsa a aceptar la evidencia
de que su marido ha muerto ahogado. También hay que recordar el terrorífico
ejercicio en 57 minutos titulado “See the Sea” (1997), donde la madre de un
niño pequeño empieza a preguntarse si no fue un gravísimo error haber
trabado amistad con una joven que hace dedo.
"LA PISCINA está más cerca del thriller clásico que los dos ejemplos
mencionados, y en lo que tiene de anticonvencional no hay nada que afecte el
sólido desenvolvimiento del relato. Cuando concluye, tenemos la sensación,
la tentación, de volver a verla para poder dilucidar y repensar ciertas
cosas, y no puedo menos que sugerir que hay una, y solo una, interpretación
que resuelve todas las dudas y ambigüedades. Pero si se las dijera ustedes
querrían matarme". Roger Ebert
Ficha Técnica:
Fidelitè – Headforce Limited – France 2 Cinéma – Gimages Films con la
participación de CANAL + presentan LA PISCINA
Título original: SWIMMING POOL – Año: 2003 – Duración: 105 min.aprox. –
Origen: Inglaterra / Francia
Dirección: FRANÇOIS OZON Productores: OLIVIER DELBOSC y MARC MISSONNIER
Guión: FRANÇOIS OZON en colaboración con EMMANUÈLE BERNHEIM
Fotografía: YORICK LE SAUX / Sonido: LUCIEN BALIBAR /
Vestuario: PASCALINE CHAVANNE / Maquillaje: GILL ROBILLARD
Diseño de Producción: WOUTER ZOON / Montaje: MONICA COLEMAN
Elenco
CHARLOTTE RAMPLING - Sarah Morton
LUDIVINE SAGNIER – Julie
CHARLES DANCE – John Bosload
MARC FAYOLLE – Marcel
JEAN-MARIE LAMOUR – Franck
MIREILLE MOSSÉ – hija de Marcel
LAUREN FARROW – Julia
LA PISCINA – Un ensayo de lectura psicológica
Sarah es una mujer perturbada. Algo en ella actúa como una nube opaca en su
vida, más allá del éxito del que goza como escritora de novelas de misterio,
y afecta todas sus relaciones. Para ella, la escritura es una válvula de
escape. Se la percibe recluída en sí misma, con una hosquedad natural que le
dificulta el trato con hombres y mujeres. No quiere tener ningún contacto
casual con nadie, ni siquiera con esa admiradora que cree reconocerla en el
escenario real del subte y ante quien ella niega ser quién es. Quizás
escriba historias de misterio y de crimen como una forma de exorcizar el
propio misterio de su vida, el crimen de algo que ha quedado trunco y de lo
cual no tiene a nadie a quien culpar. Su pasión es idear, desarrollar y
resolver sutiles tramas de ficción con las que convive profesionalmente.
El editor de Sarah la aprecia y la valora, pero no es capaz de darse cuenta
de nada de esto. Considera que los relatos de intriga y crimen que escribe
Sarah son una acabada muestra de su talento, no ven en ellos nada oscuro, y
además no pueden dejarlo sino satisfecho porque son una fuente de mucho
dinero. Además del profesional, Sarah mantiene con su editor un vínculo de
clara dependencia afectiva; no sabemos si ha tenido un affaire con él pero,
en su necesidad callada de protección y comprensión, lo identifica con una
figura paterna, como quizás le suceda con todos los hombres. Cuando, en el
curso de los acontecimientos, se entere de la manera más inesperada de que
él tiene una hija, Sarah se identificará con ella y en última instancia
desarrollará con la joven una suerte de fijación.
Sarah viaja a Francia, a la casa de descanso del editor, quien al verla
abrumada se la ofrecido para que pase allí una temporada más relajada, de
manera de aflojar tensiones y poder abocarse más plácidamente a la escritura
de su nueva novela. Sarah acepta con la secreta esperanza de que él la
visite, algo que el editor ha insinuado. Al llegar, la belleza del lugar y
la acogedora calidez de la casona son como un bálsamo para ella; enseguida
se instala y se pone a trabajar. Sin embargo, muy pronto sobreviene la
primera sorpresa: no es el editor quien llega, sino la hija, con quien Sarah
deberá confrontarse. La joven se llama Julia pero Sarah entiende Julie, en
lo que quizás sea el primer indicio de que Julie no es real, sino una
persona imaginada por Sarah. Julie/Julia advierte que Sarah se ha instalado
en la mejor habitación, desde donde se tiene una vista privilegiada del
parque y, especialmente, de la pileta de natación, cosa que no deja de
señalarle a la escritora. De tal manera, la piscina entra en la historia
como una construcción a la vez real e imaginaria donde se proyectarán las
obsesiones de Sarah.
Julie no tarda en lanzarse a la piscina y alienta a Sarah a que haga lo
mismo, pero para la escritora el agua está demasiado sucia – verdaderamente
lo está - ; a la vez, Sarah se siente sumamente intrigada atraída por la
piscina y por la manifiesta sexualidad de Julie, estando ambos elementos
nítidamente relacionados. No obstante, Sarah no se zambullirá en la piscina
hasta que Marcel, el jardinero, no haya limpiado el agua. Este hombre ya
anciano tiene una relación de notoria familiaridad con Julie, y la
vinculación simbólica de su tarea de limpiar la piscina tendrá una relación
análoga frente a los hechos que sobrevendrán.
Al llegar a la casa, Sarah descubre entre los objetos una suerte de urna en
forma de huevo, que podría pasar por un florero. Es el primer elemento que
alude a la muerte y al nacimiento. La urna podría contener las cenizas de la
vida anterior de Sarah, de sus días anteriores a este nuevo acontecer
todavía incierto, y el huevo el nacimiento de una nueva Sarah, a una nueva
vida; entre ambas instancias habrá una constante tensión, que se encarna en
la tensión cotidiana entre Julie y Sarah. Sobre la cama de la habitación que
ha elegido hay un crucifijo, que Sarah inmediatamente descuelga; el sexo
nada tiene de sagrado ya para ella, sino que es algo sucio y corrompido.
Piensa lo mismo de la desenfrenada sexualidad de Julie, que es mostrada como
envilecida, hasta el punto de dejarle a la joven una herida en el rostro. La
reprimida Sarah ver en la herida en el rostro de la libérrima Julie la marca
de un castigo, y el estigma de un sufrimiento real en una proyección quizás
imaginaria.
A medias entre la empatía, la envidia y el rechazo que siente frente a esa
joven que es a la vez su opuesto y su reflejo, Sarah trata de imaginarse qué
habría dicho de reprobatorio la madre de Julie frente a su desenfreno
sexual, y no tarda en asumir ese discurso frente a la joven. Más tarde, en
un momento álgido del relato, Julie creerá que Sarah es la madre que ha
perdido hace tiempo, pero Sarah no se hace cargo del alucinatorio equívoco,
y la angustiada joven pierde el sentido. Para ambas, la relación con la
madre está extraviada; no hay madre en este escenario, y el reencuentro
posible con esa figura es central para Julie.
Cuando Julie
traiga a la casa, en una de sus tantas aventuras circunstanciales con
hombres del lugar, a Frank, el camarero del bar del pueblo que también ha
trabado relación casual con Sarah, la promiscuidad de la joven pondrá
entenderse como correlato de la culpa que la abruma por la muerte de su
madre en un misterioso accidente que ella también ha protagonizado. Sarah
descubre este hecho a raiz de otro suceso trágico: en un ambiguo episodio de
sexo y perversidad, Julie mata a Frank en la misma piscina. Ante la
repentina desapariciòn de éste, Sarah inicia averiguaciones en la región
descubriendo así el secreto culpògeno que abruma a la joven. Sarah ha
resuelto muchos casos de intriga y crimen en sus libros y está entrenada
para hallar a los responsables, y ahora el misterio de la desaparición y
posible muerte de Frank le brindan otra oportunidad de resolver un caso,
sólo que mucho más acuciante y dramático.
La instancia en que Julie descubre que Sarah esta escribiendo sobre ella
potencia la idea de que Julie es una construcción asumida de la mente de
Sarah. Julie sólo sabe lo que Sarah quiere que sepa. Asi es como Julie
seduce a Frank y lo trae a la casona, empujándolo a estar entre ella y Sarah.
Se pone así nuevamente en juego la tensión simbólica de los roles de padre,
madre e hija. En un momento, la madre se retira de la escena y el interés
mutuo de la hija y Frank gana terreno. Frank responde al juego, y lo hace
más ardientemente en medio de la piscina, exactamente en el centro de la
atribulada escena mental de Sarah, la piscina de su mente. Allí Sarah
redescubre a Frank como una figura paterna involucrado sexualmente con la
hija promiscua. Sarah siente que tiene que interrumpir de alguna manera ese
contacto, y arroja a la piscina una piedra, con lo cual efectivamente
quiebra el clima, pero Julie sabe mejor que Sarah que no puede soltar a
Frank. Para no vulnerar la trama del libro ( que no es otra cosa que el
intento de Sarah de liberar a Julie de su trauma resolviendo ficcionalmente
el enigma que la abruma) Julie debe jugar sus fichas hasta el final.
Julie quiere que ese padre/Frank la desee a ella más que a la madre/Sarah,
pero Frank/padre, en ultima instancia deseará a la madre. Los celos de Julie
son lo que la impulsa a matar a Frank, pero ¿ qué implica entonces la muerte
de esta figura paterna?. Sarah es quien debe dilucidarlo, esforzándose por
descubrir de una vez por todas qué le ocurre realmente a Julie. Esto la
lleva a investigar la desaparición del joven, hasta que finalmente resuelve
que lo mejor será preguntarle a Julie qué pasó. Julie confiesa que mató a
Frank, lo cual aporta a Sarah el asesinato que necesita para terminar su
libro, en rigor el vehículo para agudizar su conciencia en el obsesivo
escudriñar de las procelosas aguas de la piscina de su mente. Julie sabe que
debe eliminar al padre para recuperar la relación la madre.
A partir de este momento la tensión entre Sarah y Julie se disipa. Juntas
entierran en cuerpo y disimulan el foso. Cuando el jardinero Marcel observa
extrañado que la tierra ha sido removida, Sarah lo atrae hasta el cuarto de
Julie donde se le ofrece, de manera tal de quitarle el poder simbólico
punitivo que como figura paterno-masculina podría tener sobre Julie. La
muchacha queda libre de culpa y en consecuencia se marcha, aunque su
verdadera liberación proviene de haber recuperado la figura de la madre en
su vida, lo cual vuelve a vincularla vitalmente con emociones y sentimientos
largamente reprimidos.
Sarah, a su vez, también se ha liberado de la opresión simbólica de John, su
editor. La experiencia de realidad-ficción de la casona también a ella la ha
vinculado con aquello más postergado y reprimido, y le ha permitido escribir
su mejor libro. Cuando vuelve a ver a John, lo hace desde una postura de
hechos consumados, con el nuevo libro ya impreso y a la venta a través de
una nueva editorial, lo cual hace explícito el final de su relación, y no
sólo en términos profesionales. En ese mismo momento llega la verdadera
Julia, una muchacha que ostensiblemente se anuncia en la oficina como la
hija de John pero que nada tiene que ver con la muchacha que Sarah conoció
en la casona. Sarah la contempla azorada, pero con la certeza de que tanto
ella como esta Julie verdadera y la otra, quizás la construcción imaginaria
de Sarah a partir de sus deseos frustrados, se han reconciliado con ellas
mismas al liberarse de las abusivas opresiones simbólicas masculinas. Alan
C. Shaw
EL NO TAN DISCRETO ENCANTO DE FRANÇOIS OZON por Adam Bingham (KinoEye)-
(introducción) – Ver artículo completo en www.kinoeye.org
Hasta el momento, la carrera de FRANÇOIS OZON ha desafiado de una manera
casi auto-conciente toda categorización definitiva. Su lugar en el cine
francés contemporáneo ha sido siempre controvertido y ambiguo, algo que se
confirma por la prolija ausencia de su nombre en la ( insustancial) lista de
libros sobre el cine francés que han persistido en aparecer en los últimos
años. Libros como French Cinema in the 1990s, French Cinema A Student's
Guide, and French Film: texts and contexts no hacen ninguna mención de él, y
una reciente publicación de una serie de estudios sobre directores franceses
– desde Renoir a Truffaut y Bresson, que incluso no olvida a Marguerite
Duras - persiste en dicha omisión. En mi opinión, la explicación central de
este olvido tiene que ver con la obsesión de las revistas de críticas de
cine francesas como Cahiers du Cinema y Positif por ubicar - constantemente
y muchas veces de una manera arbitraria - a los directores en escuelas,
movimientos y toda clase de agrupamientos que les sirva a ellos para definir
lo que entienden por cine nacional. Históricamente, se pueden sí señalar
movimientos como el impresionismo y el surrealismo de las décadas del ’20 y
del ’30, el realismo poético también de los ’30 y los ’40, la Nouvelle Vage
y la más reciente Nueva Ola. Asimismo han habido géneros que al surgir han
facilitado el agrupamiento de películas de varias generaciones. En términos
amplios, los films de arte de la década de 1910, el peyorativamente rotulado
como cine de papá– la prolija adaptaciòn de obras literarias – de los ’40 y
los ’50 ( contra el cual los críticos devenidos cineastas de la Nueva Ola se
rebelaron ), el thriller de los ’50, los ’60 y los ’70 y el llamado cinema
du look y el cine costumbrista de los ’80, ’90 y más allá. Por último, la
comedia fantástica tan celebrada en los ’90, junto con el cinema de banlieue
( el cine de la marginalidad urbana, no de los suburbios) cuyo título
quintaescencial es La Haine, de Matthieu Kassovitz.
Desde luego, esta enumeración no pretende ser exhaustiva en lo que hace a
definir el panorama global del cine francés, ni tampoco implica que pueda
ubicarse fácilmente a cualquier cineasta francés en alguno de sus
casilleros. Sin embargo, el caso de François Ozon es particularmente
problemático en ese sentido, lo cual lo convierte en un cineasta casi
marginal, desde el momento en que es virtualmente imposible etiquetarlo, o
instalarlo con algún grado de certeza en cualquier estamento de la
cinematografía francesa. Ozon ha flirteado deliberadamente con los géneros y
las tendencias, pero estrictamente para intrigar y provocar, para shockear y
sorprender. La única etiqueta que parece más o menos apropiada para
definirlo ( y a medida que uno más la piensa más gratuita parece ) es que,
como Buñuel, como Fassbiner, Ozon sólo se parece a sí mismo. Parece casi
obligatorio contemplar a Ozon desde un punto de vista completamente ajeno a
los atributos antes mencionados, y considerarlo a la luz de la corriente
dentro de la cual parece más o menos ajustadamente integrado, de acuerdo a
las características de sus cortos y sus tempranos largometrajes que
contribuyeron a la definición del género que se conoce como Nuevo Cine Gay (
aunque esta categoría aparece ahora como tanto o más problemática que las
otras a la hora de incluir en ella a Ozon). El influyente website Queer View
acusa al “joven homosexual Ozon” de estar “ tan abrumadora y
superficialmente obsesionado con lo gay, tan sobrealimentado, como para
derramar la cuestión forzadamente en sus películas” , una opinión que, a mi
juicio, pasa por alto mucha de la complejidad temática y de la construcción
orgánica de los mejores films del director y, lo que es peor, no advierte la
verdadera importancia que la homosexualidad tiene en su obra.
Tomando esa opinión en crudo, no se qué otra implicancia pueda extraerse de
ella salvo la de que Ozon es tan gay que no puede sino imponer forzadamente
lo gay en su material, pero que no es capaz de hacer films sobre gays con
naturalidad. Quizás la película que podría muy limitadamente acercarse a
esta hipótesis es la exótica fantasía anti-burguesa y buñelesca de Sitcom (
1998 ) pero, considerando sus otras películas importantes donde no aparece
la homosexualidad, como por ejemplo Regarde la mer (1997), no se podría
examinar los films en donde sí se incluye de manera relevante – los
viscerales estudios sobre la sexualidad y la identidad que son Le Petite
Mort (1995) o Gouttes d’eau sur pierres brulantes (1999) - y concluir que en
ellos el contenido homosexual aparece de manera forzada. En un artículo de
1993 sobre Fassbinder y la homosexualidad, Douglas Crimp parece oponerse
implícitamente a la idea generalizada de que un director gay solo puede
hacer films que sean explícitamente o embozadamente sobre la homosexualidad.
Aunque Crimp no elabora extensivamente este punto, al menos alude a una
cuestión central en la obra de los cineastas homosexuales: hasta donde sus
películas son verdaderamente sobre la homosexualidad. En su artículo anota
incluso que el hecho biográfico, o el “ biografema esencial” de la
homosexualidad de Fassbinder en su vida real, es lo que enriquece e incluso
facilita la respuesta emocional del público, frente a esta suerte de
revelación íntima que aparecería en aquellos films del director de abierto
contenido homosexual; lo cual en última instancia implicaría que todos los
personajes fueran homosexuales. Pero ¿podría considerarse que esto es una
suerte de “salir del closet” cinematográfico? ¿ Son todos estos films
“sobre” la homosexualidad, o bien “sobre la experiencia de ser gay”?. En
Ozon, como en Fassbinder ( una correlación nada arbitraria, habida cuenta de
que Gouttes d'eau sur pierres brûlantes es la adaptación cinematográfica de
una temprana pieza teatral de Fassbinder, nunca representada ), la
homosexualidad es apenas una parte de un estudio de carácter mucho más
profundo, amplio y complejo; ciertamente un elemento más de la historia,
pero nunca un tema central.
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