"DIOS ES GRANDE, YO SOY PEQUEÑA" DE PASCALE BAILLY
“Dios es grande, yo soy pequeña “ toma como excusa el tema del judaísmo y
sus consecuencias en la formación de un estilo de vida de difícil concreción
para una pareja de jóvenes que busca ante todo una base firme donde reordenarse
psiquíca y espiritualmente.
Partiendo de esta premisa su directora, Pascale Bailly, delinea personajes
atravesados por inseguridades que al no poder ser resueltas en toda su dimensión
lleva a las mismas situaciones que le otorgan al filme distintos matices en cuanto
al tono en el que se desarrollarán las acciones. La combinación de un elemento
cómico con otro dramático crea la tensión necesaria que permitirá la fluidez
narrativa y la inserción de distintos modos de aprehender el mundo según los
variados estados anímicos que, en su empeño por recomponer un orden familiar
perdido, presenten Michèle y François.
El punto de vista del relato está regido por el diario de la joven que se da cuenta
de los quiebres emocionales y, en consecuencia, de las formas de enmendarlos
sujetándose a falsas ciencias. Michèle transita por innumerables estadíos religiosos
hasta la obsesión simplemente porque para ella “disciplinarse” es “amar”, tanto en
su relación con François como en la recuperación de un padre ausente.
Para Bailly, es esta ruptura, este error de comunicación, lo que hace que sus
personajes no se permitan “crecer” y se proyecten de manera equivocada (Michèle
queriendo ser judía y François aferrándose a su profesión y sus orígenes). Sin
embargo, lejos de los presupuestos estéticos elegidos por muchos cineastas para
narrar el descontento, es incuestionable que Pascale optó por movimientos de
cámara que aligeran las posibles zonas oscuras del filme, otorgándole al
espectador cierta visión esperanzada del conflicto. A través de personajes-testigos
como Valerie (la amiga psicóloga de Michèle) o Florence (su hermana), el público
tiene la oportunidad de colarse en una trama que no le resulte tan ajena respecto de
sus propias vivencias lo que posibilita un refuerzo en los mecanismos de
identificación entre realidad y ficción. “Dios es grande, yo soy pequeña”
recuerda, así , otros filmes que de manera oblícua trabajan aspectos similares
como es el caso de “La vida soñada de los ángeles” de Erick Zonca o la reciente
“La bouche” de Danièle Thompson donde la persecución de un ideal depende del grado de
deterioro en las relaciones entre padres e hijos y donde encontrar una identidad
es neutralizar el peso de la herencia familiar.
SILVIA G. ROMERO
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