En los últimos años, el cine español se animó a abandonar las líneas temáticas que caracterizaron el periodo de posguerra y el correspondiente al milagro económico donde el gusto por los filmes de crítica social y los de corte intimista estuvieron al orden del día. Los cineastas más jóvenes se apropiaron de una dinámica propia del "establishment" norteamericano que prefirió dar de baja el color local de muchas de sus producciones para dar paso a una perspectiva de carácter más universal, atenta a la incorporación de guiños reconocibles por los cinéfilos de turno.

No extraña, entonces, que dos actores de la talla de Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo (presencias recurrentes en las cintas de Alex de la Iglesia y Juanma Bajo Ulloa) se hayan animado a sumar una propuesta más en el fértil panorama cinematográfico ibérico sin abandonar, por supuesto, sus roles profesionales.

"Año Mariano" es, quizás, una de las más refrescantes novedades fílmicas que, con cierta demora, se presenta en la cartelera porteña sin más sustento que el de un guión de hierro, excelentes interpretaciones y una buena dosis de desparpajo solo comparable a las sátiras costumbristas de Luis García Berlanga y Marco Ferreri.

La historia es simple: un perdedor toma la carretera principal y víctima del alcohol aterriza en un sembradío de marihuana justo en el momento en que este es incendiado por la policía. De allí en más el relato se abre a un sinfín de posibilidades que sabe aprovechar el espectador acostumbrado a las marcas identificatorias del pastiche y las del saber "mass media". Irónicamente se habla de los medios de comunicación presentes en todo el proceso de "santificación" del protagonista y una mención aparte merece la actuación de el multimediático Karlos Arguiñano.

"Año Mariano" puede ser definida como una auténtica "buddy movie" que bajo el pretexto de parodiar a los cada vez más frecuentes gurúes televisivos o pastores de la era electrónica sirve de excusa para introducir un más que apetecible cruce de géneros sabiamente dosificado por la dupla Elejalde/Guillén Cuervo. No resulta fácil fusionar acertadamente sendos homenajes a las películas que que pautaron las décadas del 50 al 70 y en esta certera alquimia de estructuras estéticas tan diferentes es donde el binomio se destaca. Así es posible rastrear distintos referentes que van desde "Elmer Gantry" de Richard Brooks (Guillén Cuervo cumple a la perfección el papel de oportunista asignado en su momento al polifacético Burt Lancaster) hasta la icónica "Busco mi destino" de Peter Fonda, pasando por los musicales de campesinado estelarizados por Carmen Sevilla; las películas de prisiones con los consabidos motines carcelarios, la experiencia de los "reality shows" y cierta alusión al Clan Manson, sin olvidar la memorable "Milagro en Milán" de De Sica donde la "revelación" es sinónimo de prosperidad y optimismo.

Tema aparte constituye la recuperación del "Spaghetti Western" cuya estética pauta la historia de principio a fin a partir de las locaciones escogidas por el equipo: Guadalajara, Toledo y la emblemática Almería (espacio físico revisitado nuevamente en la esperada "800 balas", último desmadre organizado por De la Iglesia) contando, además, con la singular sintaxis musical que recrea gran parte de las composiciones que el maestro Ennio Morricone dedicara al género. Otra característica es la inclusión del estereotipo del villano que en los filmes de Sergio Leone ponía a prueba la resistencia de los personajes dominando los intereses de la región (recordemos a Gabrielle Ferzetti en "Erase una vez en el Oeste" y a Romolo Valli en "Los héroes de Mesa Verde"), rol que en esta ocasión le cupo al histriónico Fernando Guillén.

Para finalizar se puede afirmar que "Año Mariano" desafía la capacidad de imaginación del que está habituado a películas de menor valía, regidas por un patrón ficcional standard y sujetas a mecanismos de comercialización actuales. Funciona de todas las formas posibles, ya sea como obra conceptual en sí misma o vehículo de entretenimiento, algo infrecuente en estos días cuando los nuevos directores prefieren someterse a los dictámenes del sistema antes que permanecer fieles a sí mismos y versátiles en el postulado de sus enunciados.

SILVIA G. ROMERO

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